n el proyecto sobre la gestión democrática de la diversidad en Navarra, que desarrolla Eusko Ikaskuntza desde 2019, hemos tenido oportunidad de conocer y explorar algunos de los principales puntos de fricción que aquejan a la sociedad navarra. Entre ellos, aparece la cuestión de las diferentes identidades nacionales que conviven en Navarra, tema que muchas veces se tiende a evitar, pero que, a nuestro parecer, existe, y pesa bastante en la relación de conflictividad en Navarra.
¿Cómo se hace para ocultar algo tan evidente? Revisar las teorías sobre el
nacionalismo nos ayudará, sin duda, pues podríamos decir que Navarra no difiere de otros modelos mundiales. Podríamos hablar de al menos tres vías de evasión:
1. No hablar de ello. Es la vía elegida por el nacionalismo español. Cuando se cuenta con el apoyo de un estado, el mismo nacionalismo tiende a invisibilizarse, a banalizarse (en la acertada expresión de Billig). Basta con el amplísimo repertorio simbólico que despliega a diario el estado, y que nos conecta una y otra vez con la visión de una España única y unida: banderas, selecciones de fútbol, mapas del tiempo, medios de comunicación...
2. Hablar del euskera como nexo de unión. Es la principal vía elegida por el
nacionalismo vasco, el cual ha optado históricamente por no mencionar en exceso la independencia política de Navarra, algo que hubiera sido más lógico. En su lugar, se realza el valor de la lengua vasca, como algo que todo navarro y navarra debería adoptar.
3. Hablar de Navarra como algo autónomo. Ni España ni Euskal Herria, Navarra. Puede ser otra vía del nacionalismo vasco o el refugio para quienes no desean implicarse especialmente en la lid identitaria. Recogería también la argumentación típica de una rama liberal o de izquierda, que desea superar la disputa nacional proclamándose ciudadana del mundo, o insistiendo en que hay cosas más importantes de que hablar que de estos temas identitarios.
¿Existen realmente diferentes identidades nacionales en Navarra? Veamos algún dato sobre esta cuestión, de la mano del Navarrómetro y de Naziometroa (para ello, hemos contado con la ayuda del también miembro de Eusko Ikaskuntza Asier Etxenike).
Según el llamado Navarrómetro (datos de 2019), la principal opción es el sentimiento navarro, con un 38%; al que le sigue el vasco-navarro, con un 18,4%; el vasco-navarroespañol, con un 7,2; el español, con un 7%; y el vasco, con un 4,4%.
Lamentablemente, la posibilidad navarro-española no se ofrece como opción de respuesta, aunque sí se recoge cuando la persona entrevistada la expresa
espontáneamente, por lo que en los resultados aparece diluida. En conclusión, puede parecer que la opción navarra significa, en realidad, navarro-española, pero no lo podemos saber con certeza, a pesar de que sea la principal opción, con más de un tercio de las respuestas.
Alguna matización interesante la encontraremos, en cambio, en los datos que ofrece Naziometroa. En este, según datos de 2021, se pregunta de forma diferente, dejando la posibilidad de elegir y combinar opciones, sin que sean excluyentes. De esta forma, 9 de cada 10 personas encuestadas (89%) señalan la opción de sentirse navarras (es decir, esta opción no excluye obligatoriamente al resto); el 68% españolas/es; y el 33% vascas/os. Cuando pasamos a las combinaciones que las mismas personas encuestadas realizan, encontramos que los sentimientos navarro y español (no exactamente navarro-español) se unen en un 39%; los sentimientos navarro y vasco en un 13%; y los que mezclan los tres sentimientos (navarro, vasco y español) son el 10%.
¿Quién queda finalmente con sentimientos no combinados? Son bastante
minoritarios: solo navarro el 7%; sólo español el 3%; y sólo vasco el 1%. Que la gente en Navarra se sienta navarra parece algo obvio. Lo importante de estos
datos son las combinaciones, y como vemos, sólo un 7% no quiere combinarse con vasco o español. Detrás de esta opción encontramos sobre todo gente votante de Geroa Bai (23,5% de las respuestas), y después del PSN y de Na+; y mucha gente abstencionista o que no sabe o no contesta.
No parece, pues, que la opción sentirse únicamente navarra o navarro sea tan
mayoritaria como se dice y se piensa. En cambio, las identidades vasca y española
parecen pesar mucho (aunque en una proporción de 3 a1 a favor de la identidad
española). El choque de estas dos identidades explicaría mejor la situación navarra, ya que si el sentimiento únicamente navarro fuera tan mayoritario no parece que daría a lugar a situaciones tan conflictivas como las que se dan. Aceptar el conflicto nacional es una manera de abordarlo; negarlo o esconderlo, es una manera, en cambio, de perpetuarlo.
Las disputas nacionales se suelen presentar como de difícil conciliación, pues se
vienen a plantear como un juego de todo o nada, un juego marcado por el
sentimiento, imposible de racionalizar. ¿Es así? También aquí, la teoría nacionalista nos ayuda a entender los nacionalismos con unos intereses materiales, y no sólo de identidad, de la misma forma que sucede con el socialismo o el feminismo. En todos estos casos, se puede enfocar de una manera racional y material (qué gano), o de una manera identitaria. O de las dos también.
En la Jornada sobre la Confianza que se desarrolló en Iruñea el pasado 16 de junio, se trataron estos temas. De la mano de Gilen Garcia pudimos conocer los intentos para superar la brecha identitaria en Irlanda del Norte, y de la mano de Jaume Lopez, la tensión entre razón y sentimiento en Cataluña. Y con Carmen Innenarity, Jorge Urdanoz y Lohitzune Zuloaga pudimos comenzar a distinguir entre tolerancia, respeto y derechos, y comenzamos a adentrarnos en el difícil terreno de la confianza, como modo no de resolver problemas irresolubles o casi irresolubles en la actualidad (conflictos de clase, de género, de identidad nacional), sino de llevarlos por un camino democrático que permita aflorar los sentimientos, pero dentro de un marco racional.
* Integrantes del Grupo Motor del proyecto Gestión Democrática de la Diversidad en Navarra: convivencia de Eusko Ikaskuntza