No sé cómo alguien se extraña de la desafección del poder con la sociedad. "La política es muy importante, sin política sería un caos", argumentan. Pues yo estaba de acuerdo con esto hasta hace poco, pero a medida que avanzan los días ya no sé qué pensar. Tenemos al partido del Gobierno español de Rajoy defendiéndose a la desesperada de Bárcenas y la Gürtel, al PSOE de Rubalcaba asediado por su última derrota, por los desafíos de esos insolentes catalanes a los que ya no les cae tan bien España y por un alcalde, el de Ponferrada, del que no voy a citar ni su nombre por no contribuir al reality que se ha montado para gozar de esa erótica del poder que a muchos parece hipnotizarles sin remedio. Y qué me dicen de la que se está armando en Navarra con la impeturbable Yolanda Barcina y sus acólitos o ex acólitos justificando con pasmosa naturalidad el cobro de escandalosas dietas amparándose en lo que hace años cobraba un hojalatero -por cierto, seguro que ahora en el paro-. Y sigamos con la Casa Real, con Juancar, Felipe, Urdangarin y demás vividores que últimamente dan pena intentando reividicar sus figuras aunque sea exculpando a sus mujeres -por el bien de España- o inaugurando lavanderías, que todo vale. Y ahí siguen los senadores, que no saben ni cuál es su cometido salvo cobrar un buen dinero nuestro, o los cargos políticos en las Cajas, que chupan del bote aunque no tengan ni idea de cuadrar un balance. Menos mal que ahora llega un nuevo Papa... "No te jode, tal y como están las cosas, ahora hay que mantener a dos", me comentaba ayer un amigo.
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