está ya todo muy dicho sobre la banda de Díaz Ferrán, porque de banda se trata ahora, cuando hace nada él y los suyos eran ciudadanos de primera, patriotas, campeones como tantos otros y se abrazaban y eran abrazados por los gobernantes de turno, elogiados, puestos en nuestras narices como modelos sociales. Tanto que estos bandarras tienen los despachos llenos de fotos abrazados a éste, al otro, al rey, al papa, a Bush, al Gandhi de turno si pueden o a la madre Teresa de Calcuta, a algún astronauta, golfista o balandrista.
Tan de banda se trata que hasta el Gobierno se ha desmarcado del financiero dicharachero que nos invitaba a trabajar más y a cobrar menos, mientras él destruía miles de puestos de trabajo y saqueaba lo que no está escrito. Y se ha desmarcado después de que el partido en el poder hubiese aceptado en los días de gloria dádivas y cálidos apoyos de éste y de otros como él. Los días de gloria, cuando nadie sabía nada, porque eran los días de los inocentes, los paganos de su farra, los que estamos aquí para pagar el derribo sin contraprestación alguna como no sea nuestra libertad vigilada, nuestro vivir con el agua al cuello.
Pero visto que está casi todo dicho, a mí me siguen intrigando la jirafa y el elefante que le han encontrado o incautado al compinche de Díaz Ferrán, a su testaferro, al experto en la trampa de altos vuelos, en una delincuencia para la que el Código Penal se revela siempre obsoleto, poca cosa. Entre tantos bienes -cantidades colosales de dinero en metálico, yates, automóviles de lujo, propiedades fastuosas, oro en barra y vete a saber qué más- resulta como mínimo pintoresca la aparición de esos bichos, la jirafa y el elefante, que no he logrado saber si estaban vivos o disecados. Como signo de distinción, tener un elefante en casa, vivo o muerto, es la reoca. Eso sí, vivos es cosa segura que tendrán unos gastos de manutención cuantiosos, porque un elefante no se conforma con cualquier cosa ni cualquier cantidad, que es lo que le pasa al cabecilla de la banda y a los suyos: insaciables, cuesta llenarles las faltriqueras, porque siempre quieren más. Estamos hartos de elefantes, tal vez porque quieren que el nuestro sea el eterno país de los conejos y en esa calidad estemos atrapados en las redes de estos monteros que nos desprecian como a pieza de caza de chichinabo. Para esta gente la actividad económica es una partida de caza mayor. Aquí te pillo, aquí te mato. Con esta gente sale a la luz la verdadera consistencia de la trama social en la que vivimos. ¿Tenemos que dar las gracias? ¿Aplaudir? Pues no. Hay que seguir voceando la indignidad de los manejos de esta clase, de lo contrario estamos de verdad perdidos.
Los bichos exóticos -no los conejos, que solo sirven de entrenamiento- son cosa de jeques, de mafiosos, de narcos, de abogados marrones de unos y de otros, como el legendario Rodríguez Menéndez. Los bichos son su más eficaz retrato, su signo de distinción y de identificación; son sinónimo de lujo, de poder, el que ellos han ejercido representando a la clase empresarial española que también tendrá sus elefantes -qué manía la de este país con los elefantes-, sus jirafas particulares. Eran los amos, siguen siendo los amos, porque Díaz Ferrán no estaba solo, alguien lo aupó a donde estaba.
Además, a los de esta banda no sé si nos los han echado al circo como cristianos a los leones para entretenimiento del populacho que andamos muy alterados, pero como ya vamos muy toreaos, tenemos la sospecha de que el circo, los leones y la banda de cristianos que se han llevado los cristos son de pega, cartón piedra para película de tramposos.
Díaz Ferrán y otros como él, porque no está ni mucho menos solo en este saqueo nacional, han representado la marca España. Y es que no puedes menos que preguntarte cuántos Díaz Ferrán hay en un país en el que con una década de retraso, cuando ya parece que ha prescrito, aparece la actividad ilegal de Esperanza Aguirre a través de la inacabable trama Gürtel que dio con Garzón fuera de la carrera judicial. Esperanza Aguirre, que era cojonuda, era lo mejor que teníamos, decía este bandarra. Son asociales y a pesar de representar con eficacia el país en que vivimos, ahí siguen, intocables e intocados porque el antiguo representante estrella de la patronal no está ni mucho menos solo en esa cloaca, en esa red opaca de economía de verdad subterránea. Los intocables, los eternos impunes, a quienes la declaración de la renta les sale a devolver...
No resulta creíble que la cúpula bancaria y de la patronal, por no hablar de la nube gloriosa de nuestros gobernantes que manejan el secreto de estado como recortada, no estuviese y no esté al tanto de todas estas trapisondas delictivas que vamos a pagar los que hacemos el papel de piezas de la cacería a abatir un día u otro. Sería mucha ignorancia o tal vez sólo un "cada cual a lo suyo y que Dios reparta suerte". Y nos quieren callados, amordazados, a su disposición, para cazarnos como conejos.
Temo equivocarme, pero me da igual. El Rolls-Royce que se han peloteado estos jambos costaba 500.000 euros que, si no recuerdo mal, era el montante del préstamo bancario que recibió el primer suicida que iba a ser desahuciado. Los datos, los titulares de las noticias hace ya mucho que hablan por sí solos... ¿Hablar? No, son un clamor.