Ya casi nos hemos acostumbrado a las palabrotas y malos modos que gran parte de los pelotaris demuestran en sus partidos desde las de categorías infantiles. Pues bien. Ahora la cosa deriva hacia el fútbol femenino. Hace unas fechas, observando un encuentro, los que allí nos encontrábamos pudimos comprobar cómo expresiones como "cagüen D?", "cagüen su p? madre", "Hos?" y otras más se sucedían un tras otra. Así que, como vemos, esto no hay quien lo pare.
Pero no sólo son las palabrotas sobre lo que conviene fijarse: las entradas a la jugadora contraria son de aúpa. O sea, como sucede en el fútbol profesional. Y también hay que fijarse en los gritos y descalificaciones al árbitro por parte del entrenador de turno. Los árbitros han soltado tanto las amarras en cuanto a su permisividad sobre los insultos hacia su persona, que en estos momentos escuchan verdaderas barbaridades. Y aún es peor, claro, el trato hacia los linieres. De no verse, no puede creerse.
Y ya que hablamos de árbitros, ¿cuándo van a emplear ellos unos silbatos como los que usan los árbitros de rugby cuyo sonido suave es sin embargo suficiente para ser escuchado? Los silbatos en el fútbol hacen hasta daño en los oídos de los espectadores aunque éstos se hallen a decenas de metros.
Como vemos, los silbatos son un eslabón más de la ansiedad y violencia instalada ya en todos los deportes competitivos. Y algunos de nosotros, ilusos, intentando desde hace décadas implantar aquellos deportes en los que la participación sustituya a la pura competición.