LA confirmación de que ETA ha seguido enviando cartas de extorsión en el mes de julio, es decir, dentro del periodo de "hace ya algunos meses" transcurrido desde que decidiera, según anunció el domingo, "no llevar a cabo acciones armadas ofensivas" confirma que la consciente ambigüedad que en el comunicado rodea a esa decisión deja abierta la puerta a la amenaza directa y convierte la esperanza en incertidumbre y preocupación. ETA puede pretender que la violencia verbal dramáticamente explícita en sus cartas de extorsión no forma parte de lo que ha denominado eufemísticamente "acciones armadas ofensivas", pero con la alusión a las consecuencias para el amenazado en el caso de que no complete sus exigencias, ETA se arroga la potestad de decidir sobre la integridad de las personas y los bienes, es decir, no sólo no renuncia a la utilización de la violencia, sino que hace alarde de la misma. Incluso en el supuesto caso de que tuviera previsto no llevar a efecto sus amenazas durante el indefinido cese de parte de su actividad -a la vista está que no la ha suspendido en toda su extensión- ETA seguiría ejerciendo una inaceptable intromisión en la vida social, económica y política del país y violentando los derechos fundamentales de sus ciudadanos. Y de esa intrusión coercitiva de las libertades individuales surge la honda preocupación respecto a la motivación y el recorrido a medio plazo del anuncio que ETA efectuó el domingo, porque quien se arroga esa potestad de inmiscuirse violentamente en la vida de los demás no puede pretender que se considere fácilmente creíble una pretendida disposición a cumplir la exigencia de los mediadores internacionales y de la propia izquierda abertzale, en virtud de la aplicación de los Principios Mitchell, para que no intente tutelar un "proceso democrático" que debe transcurrir "por vías exclusivamente políticas y pacíficas". En definitiva, aun siendo una buena noticia, no basta con que ETA anuncie que ha decidido no atentar, ni siquiera es suficiente que decida asimismo eliminar la violencia explícita de la extorsión que aún mantiene, sino que se hace imprescindible que se someta a los deseos de la sociedad y suprima la distorsionadora amenaza implícita a su existencia.