Afirman los propietarios de agroturismos en las páginas de este periódico que su negocio ha sufrido seriamente el impacto de la gran cantidad de hoteles que se han abierto en Álava en los últimos años. El rural es quizá una de las modalidades de turismo que mejor está soportando el duro golpe de la crisis, pero precisamente esta larga y severa recesión ha tenido un impacto en todos los ámbitos de un sector clave para la economía del Estado -y que tiene también un importante impacto en Euskadi-, que debería llevar a repensar y reformular los modelos que se venían aplicando antes de la quiebra económica. Los propietarios de los agroturismos, como es natural, miran por sus intereses, pero ponen el dedo llaga. Esta semana se conocían los datos de ocupación hotelera en Álava durante 2009, un discreto 44,7% -muy lejos del 57,2% registrado el año anterior-, la peor cifra de la década. Bien es cierto que la campaña de Semana Santa había dejado apenas unos días antes buenas impresiones en los sectores del territorio implicados en el turismo y, lo que es más importante, buenas perspectivas de evolución en positivo. Pero eso no oculta que los negocios basados fundamentalmente en la pernoctación tienen unas dificultades añadidas a la hora de atraer a un usuario que cada vez mira más el bolsillo y que, en el caso de Vitoria en concreto, visita la ciudad, la mayor parte de las veces, de paso. A este escenario general se le añade otro elemento en la capital alavesa: esa importante proliferación de oferta hotelera y de proyectos de nuevos recintos, muchas veces asociados a la construcción de grandes infraestructuras de la ciudad. La Agrupación de Empresarios de Hostelería alertaba respecto a todos estos problemas: "Hemos entrado en una dinámica muy difícil de sostener porque hay mucha oferta y el turista medio que acude a nuestro territorio es evidente que no pernocta en su mayoría". Ese reto de ampliar el interés del turista por Vitoria y por Álava es clave, pero es un reto que no sólo compete a las instituciones como parte esencial de la promoción e impulso de iniciativas culturales o turísticas lo suficientemente atractivas en un mercado muy competitivo, sino también al propio sector. Adaptarse es el quid, porque la crisis puede ser el inicio de la oportunidad.