EN esto de los protocolos y congratulaciones, la verdad, no parece que hayamos avanzado mucho. Es lo que tiene, eso de la celebración a fecha fija y con más o menos idénticos aditamentos. Todavía no nos hemos repuesto de los clásicos cumplidos navideños, o sea, ese forzado y genérico deseo de Feliz Navidad que con más profusión se convierte en el anacrónico Felices Pascuas, cuando a una semana vista lo mudamos en el socorrido y fugaz Feliz Año. Vale, siempre será más fresca esta fórmula que aquella decrépita del Próspero Año Nuevo, término -el de próspero- que me costó comprender en la infancia, ya que estaba convencido de que se trataba de un nombre propio porque así se llamaba un zapatero de portal que nos arreglaba las medias suelas. Las fórmulas de cortesía, amigo mío, pesan. Y pesan más cuando van revestidas de espumillón, y además nieva, y es de obligado cumplimiento sonreír. Pesan, sea cual sea su expresión, mientras sigan siendo fórmulas rituales: Felices Pascuas, Feliz Navidad, Eguberri On, Urte Berri On, o cualesquiera al uso. Afortunadamente, y quizá con las prisas de nuestro tiempo, va quedando relegado el formulario más a la postal de empresa o al cartel publicitario que al intercambio ciudadano.Afortunadamente, insisto, nos vamos conformando con un animoso "¡Hala, a pasarlo bien!", en el que lo mismo van encerrados nuestros mejores deseos que las ganas de quitarnos de encima al pelma que te cuenta su menú. En cualquier caso, pues eso, que lo paséis bien y que tengáis un buen año.
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