Los sindicatos, en la actualidad, están dilapidando la función que en una democracia tienen encomendada. La defensa de los derechos de la clase trabajadora. La connivencia que están demostrando, sin ningún disimulo, con el Gobierno está sembrando un rechazo importante de los mismos ciudadanos a los que dice representar.

La manifestación convocada el pasado sábado tenía como objetivo culpabilizar a la clase empresarial y a todos los emprendedores de la crisis económica. Es una clara demostración de que se persigue correr una cortina de humo sobre la gestión que está llevando a cabo. Un Gobierno que no está demostrando capacidad para proporcionar una fórmula adecuada para superar la mala situación económica por la que está atravesando el país.

Lo más sangrante de todo esto no es que los sindicatos se coloquen como escudo del poder, sino que la manifestación se haya hecho al más puro estilo fascistoide, garantizando a todos los asistentes a la manifestación transporte gratuito y 30 euros "para el bocadillo". Es realmente la confirmación de la decadencia del poder sindical que antaño era el gran símbolo de la libertad. Hoy está relegado a ser la correa de transmisión de la izquierda que gobierna. Es, como algunos comienzan ha denominar, el Ministerio sin cartera.

Quedará en los anales de la historia de la democracia la actuación de un sindicalismo que en el siglo XXI actúa de igual manera que los sindicatos verticales. Es el regreso del totalitarismo que tanto se critica, pero que todavía se encuentra vivo en el seno de la sociedad.