Uganda se prepara para reabrir este lunes los colegios de todo el país tras casi dos años de paralización por la crisis del coronavirus, en lo que se trata de uno de los periodos de cierre educativo más largos provocados por la pandemia en todo el mundo.
Las autoridades y los profesores van anticipando la dificultad que conlleva una reapertura tras un parón tan largo, que amenaza con provocar una generación pedida de estudiantes.
Según el representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Uganda, Munir Safieldin, alrededor de 15 millones de estudiantes vieron interrumpida su educación desde marzo de 2020, cuando las escuelas cerraron por primera vez.
"Esperamos una asistencia mínima porque los niños dicen que ya no vuelven. Están cansados de estudiar, están haciendo otras cosas", lamenta el profesor de secundaria Bosco Wantate.
El profesor también recuerda que muchos padres no tienen dinero para escolarizar a sus hijos porque llevan desde hace meses en el paro.
Así pues, la situación es "dramática" porque "la mayoría de los estudiantes llevan dos años sin acudir, especialmente los menores de ocho años que viven en zonas remotas donde, para empezar, tenían poco acceso a la educación", de acuerdo con la cooperante humanitaria Lilian Ssengoba.
La trabajadora lamenta que "muchas niñas ya han sido obligadas a casarse o están embarazadas, o bien trabajan para mantener a sus familias".
Por otro lado, y según informa el diario ugandés 'The Monitor', el Gobierno ha avisado a los directores de escuela que no oculten los casos de COVID-19 si quieren que sus escuelas permanezcan abiertas. Asimismo, se pide al profesorado que confíe en un nuevo sistema de vigilancia escolar de la pandemia que vincula los datos de los estudiantes a los centros médicos.
"Queremos asegurarnos de que los casos se identifiquen temprano y sean remitidos a las autoridades sanitarias", ha explicado la secretaria de Estado para Educación Primaria, Joyce Moriku Kaducu.
En total han sido de 83 semanas de cierre por una pandemia que ha dejado casi 150.000 afectados en todo el país, de los cuales 3.300 han fallecido. No obstante, y como sucede en otros tantos países africanos, se teme que las verdaderas cifras sean mucho más elevadas que las representadas en el balance oficial.