- La derrota de Donald Trump en las elecciones de noviembre empieza a calar en las filas republicanas, pero el trumpismo promete seguir atado al partido que lo acogió en 2016, que ahora se plantea hasta qué punto debe seguir a la sombra de los dogmas y caprichos del presidente saliente de EEUU.
Cuando el líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, reconoció el martes la victoria de Joe Biden, pareció que algo se rompía en el peculiar matrimonio entre las figuras tradicionales del partido y el líder populista que redefinió hace cuatro años las prioridades de la formación conservadora. Al fin y al cabo, McConnell acababa de rendirse a la realidad, mientras Trump seguía insistiendo en que había “tremendas pruebas de un fraude electoral”, algo que han rechazado decenas de jueces.
Sin embargo, la suya es más que nada una ruptura en las formas, pues el desafío de Trump al resultado electoral es sobre todo una campaña de relaciones públicas, con la que el mandatario saliente intenta pulir su marca de enemigo del poder establecido antes de dejar la Casa Blanca.
Más allá de las implicaciones que pueda tener ese desacuerdo en las elecciones especiales del 5 de enero en Georgia -que decidirán si los republicanos mantienen su control del Senado-, nadie en Washington espera un divorcio inminente entre el trumpismo y los conservadores que ocupan puestos de poder en todo el país. “Nada va a cambiar para los republicanos una vez que Trump deje el poder”, asegura Allan Lichtman, profesor de Historia en la American University. Para Lichtman, no es que Trump haya revolucionado el Partido Republicano, sino que ha “reforzado sus peores elementos”, como el desdén por los hechos o la “negación del cambio climático”.
El movimiento ultraconservador Tea Party, que comenzó a infiltrar el partido hace más de una década, ya articuló algunos de los elementos reaccionarios que acabarían constituyendo la base del trumpismo, según Rachel Blum, profesora de políticas en la Universidad de Oklahoma y autora de un libro sobre ese fenómeno. “El cambio en el Partido Republicano hacia una política basada en combatir lo que perciben como una amenaza a su estatus (por parte de los inmigrantes y la globalización) no empezó con Trump, y no terminará con Trump”, asegura Blum.
Si en estas elecciones la base de votantes del partido hubiera rechazado claramente el experimento que fue el primer mandato de Trump, el futuro de su movimiento sería más incierto.
Pero, pese a su derrota, el mandatario obtuvo más de 74 millones de votos -11 millones más que en 2016 y todo un récord para un presidente en ejercicio-, mientras los republicanos obtenían buenos resultados en el Congreso y las legislaturas estatales.
“Trump ha cambiado el rumbo del Partido Republicano para el futuro”, opina Donald Critchlow, profesor de Historia en la Universidad Estatal de Arizona y autor de varios libros.
El presidente saliente hizo un regalo considerable a un partido cuya base de votantes, blanca y envejecida, se estaba quedando pequeña ante los cambios demográficos en el país, y atrajo a muchos que antes no votaban. También sedujo a muchos trabajadores blancos de bajos ingresos, que tradicionalmente apoyaban a los demócratas pero empezaron a ver a ese partido como vendido a los intereses de las elites privilegiadas de ambas costas, aunque Biden consiguió conquistar de nuevo a muchos de ellos en el cinturón industrial.
“Si ahora volvemos al partido tradicional del libre comercio sin trabas, creo que vamos a perder la base de votantes (que nos trajo Trump) tan rápido como la conseguimos. No podemos volver a eso”, dijo a mediados de noviembre el senador republicano Marco Rubio, durante una entrevista con la publicación Axios.
Romper con los principios del trumpismo sería más fácil para los republicanos si Trump se comprometiera a un retiro silencioso en sus primeros años fuera de la Casa Blanca, como es tradición en el país. Pero Trump se nutre de la atención y ya ha insinuado que volverá a presentarse a la Presidencia en 2024, una candidatura que podría anunciar el mismo día de la investidura de Biden, el 20 de enero, según varios medios.
Los analistas creen que esa candidatura de Trump no llegará a término, tanto por su edad -tendrá 78 años en 2024- como por las deudas de más de 400 millones de dólares que ha acumulado y sus problemas con la Hacienda estadounidense.
Además, la Fiscalía de Nueva York sigue investigando si Trump ha cometido delitos como fraude bancario y de seguros, y no puede descartarse que tras abandonar la Casa Blanca sea procesado o condenado, algo que lo convertiría en un “mártir” entre sus seguidores, según Critchlow.
Los herederos más claros del trumpismo serían sus hijos Ivanka y Donald Jr. o los senadores Josh Hawley y Tom Cotton; mientras que quienes quieren que el partido regrese a donde estaba confían en nominar a la exembajadora ante la ONU Nikki Haley. Trump también está pensando en crear su propio canal de televisión por internet, una plataforma que le permitiría controlar parte de la desinformación que reciben a diario sus seguidores.
“Mientras Trump retenga una plataforma para hablar, su principal blanco seguirá siendo la verdad”, advierte Lichtman.
De la resistencia al liderazgo. El trumpismo, caracterizado por el proteccionismo en lo económico y el conservadurismo en lo social, encontró inicialmente una fuerte resistencia entre los republicanos más moderados o defensores del libre comercio, pero el partido acabó abrazando casi por completo los postulados de Trump.
2024
Candidatura. Trump ha confesado a algunos de sus aliados que podría anunciar una candidatura en 2024 y retirarse unos dos años después si cree que podría perder de nuevo, indicó esta semana la revista Politico. Esa estrategia le permitiría mantener las riendas del partido al menos hasta las elecciones legislativas de 2022, y ayudar a aupar a un candidato presidencial en 2024 que mantenga vivos sus principios y su estilo.