Un arma, una denuncia, una foto. El caso de la muerte del fiscal argentino Alberto Nisman tiene infinitos detalles, decenas de personajes y, cuando se cumple un lustro del suceso, aún persiste toda la incertidumbre sobre lo que pasó en el baño donde se encontró el cadáver. La sociedad argentina quedó dividida una vez más por este caso, por si fueran pocas las opiniones que enfrentan a sus ciudadanos. Esta fractura se trasladó a una Justicia que a veces ha andado, otras ha desandado para volver a caminar sobre otros pasos, y ahora se prepara para posibles novedades.
Aunque las causas de la muerte de Nisman y la investigación sobre el atentado a la mutua judía AMIA de 1994 en Buenos Aires, que él investigaba, sean dos bosques empantanados en un país siempre alborotado, ha habido cambios, y muchos.
A saber: una ida y vuelta del peronismo al poder entre cuatro años de Mauricio Macri, activo beligerante por un esclarecimiento de la muerte del fiscal; un cambio de juez en la causa por su deceso; la sucesiva modificación de la causa -de "muerte dudosa" a "homicidio"-, y el fallecimiento de uno de los denunciados por Nisman, el excanciller Héctor Timerman.
Cuando Nisman apareció muerto el domingo 18 de enero de 2015, habían pasado apenas cuatro días desde que denunciara a la entonces presidenta, Cristina Fernández (2007-2015), hoy vicepresidenta, y al día siguiente debía detallar dicha denuncia ante el Congreso. Acusaba Nisman a Fernández de uno de los delitos más graves que puede haber contra una persona en su país: intentar encubrir, junto a Timerman y otros colaboradores y a través de un acuerdo con Irán firmado en 2013, a los iraníes sospechosos del peor atentado terrorista de Argentina, que dejó 85 muertos en la AMIA.
Ese atentado sigue sin tener condenados, a pesar de que siempre se apuntó a la responsabilidad del entonces Gobierno de Irán y de la organización islamista libanesa Hizbulá.
UNA DENUNCIA "El kirchnerismo se portó antes de su muerte como si quisiera matarlo, y después de su muerte como si lo hubiese matado", declaró el diputado opositor Waldo Wolff, de la formación macrista Juntos por el Cambio. Wolff insiste en que no tiene pruebas ni le "interesa" vincular al entonces Gobierno de Cristina Fernández en la muerte de Nisman, pero considera que aquel Ejecutivo es "responsable de su muerte incluso con las dudas sobre la manera en que murió".
Las opiniones son asimismo sólidas en el otro lado del tablero. "Me parece muy difícil que él hubiera podido defender la denuncia. A mí me resulta muy claro que a pocos días de formulada la denuncia se concretaron las primeras desmentidas", indicó el abogado Alejandro Rúa, que llegó defender a Fernández en la causa de la denuncia de Nisman y que dirigió la unidad fiscal AMIA.
Rúa se refiere a las críticas que se granjeó la denuncia por parte de la Interpol y del que por aquellos tiempos era su secretario general, Ronald Noble, quien ha sostenido que el memorándum de entendimiento con Irán no conllevaba levantar las alertas rojas contra los sospechosos del atentado, que es precisamente lo que aseguraba Nisman en la denuncia.
Para el abogado, además, la clave cinco años después es que "sigue la incertidumbre propia del sistema judicial" argentino. "Las opiniones pueden ser forzadamente enfrentadas, pero eso es intrascendente si hubiera un sistema judicial que funcionara", argumentó Rúa en una frase que, según él, vale tanto para la causa por su denuncia como para la causa por su muerte.
UN ARMA "Yo debo admitir que la pude analizar (la denuncia) tiempo después de la muerte de Alberto y no soy abogado como para saber si realmente es buena o mala", manifestó Diego Lagomarsino, sospechoso de la muerte de Nisman por haberle entregado el arma que acabó con su vida.
Hoy, después del último giro en la investigación producido en 2017 a partir de un peritaje policial que reconstruyó los hechos de una manera diferente a lo que la causa sostuvo hasta entonces, Lagomarsino está procesado por ser "partícipe necesario de homicidio" y porta una tobillera electrónica. Pero esta última novedad bien podría ser la penúltima en los próximos meses, ya que el nuevo Gobierno de Alberto Fernández, que tiene a la acusada por Nisman Cristina Fernández como vicepresidenta, anunció una revisión técnica del peritaje que llevó a cabo la Gendarmería argentina. En cualquier caso, lo que está claro es que a Lagomarsino, un ingeniero informático, el caso Nisman le sacudió los cimientos de su vida, como a muchos otros implicados. A día de hoy asevera que no puede oír el sonido de una cámara sin acordarse de esos días de flashes. "Me destruye", comentó.
Él afirma que le dio el arma a Nisman porque éste se la pidió para proteger a sus hijas, pero cinco años después considera que estaba en un momento "muy tenso" de su vida, entre la espada y la pared, y que finalmente lo que acabó con su existencia fue un "autodisparo". Lagomarsino se arrepiente de haber tenido esa arma y dijo que su mujer lo "reputeó" (echó la bronca) por habérsela dado al presunto suicida. Cree, en fin, que Nisman les dirá a todos, en la otra vida, que él no tuvo "ningún tipo de participación en un plan" para matarlo y que fue "injustamente acusado".
Para Waldo Wolff, sin embargo, Lagomarsino es un "personaje raro" en la intrincada historia. "Que un hombre que fue presentado (a Nisman) por un servicio de inteligencia me preste un arma como yo te prestaría a vos un vaso con agua; (que) no se lo cuente a nadie, y que además nos enteremos que tenía una cuenta de 600.000 dólares afuera (con Nisman), y (que) todos siguan hablando de otras cosas... Nos pasan elefantes por adelante y no se detiene en el tema", opinó Wolff.
El informático siempre ha sostenido que tanto el darle el arma como la cuenta de la que era cotitular en Estados Unidos eran muestras de una relación laboral tóxica en la que a Nisman no se le podía decir nunca que no.
UNA FOTO Wolff, crítico con Lagomarsino, fue el hombre que recibió la que hasta el momento es la última foto conocida que Nisman envió con su telefono móvil, del que, según la querella, fueron borrados datos y conversaciones. Esa imagen muestra unos papeles y varios subrayadores sobre la mesa de Nisman. "Estaba trabajando", insistió Wolff. En primer lugar, le extraña que la exfiscal del caso, Viviana Fein, más tarde apartada de la instrucción y procesada, dijera que esos papeles estaban en la misma posición cuando los efectivos policiales llegaron al apartamento donde murió Nisman, porque en realidad estaban cambiados de orden. Y también le llama la atención que se haya presentado esa foto como prueba policial cuando a él, único destinatario, nadie se la pidió.
"Yo me comuniqué con él para ver si el lunes teníamos que ir o no al Congreso y me mandó esa foto (...). Entonces no le di importancia, (si bien) terminó siendo la última foto que él le mando a alguien, aparentemente porque su teléfono fue borrado", rememoró Wolff, emocionado. Con la revisión del peritaje, cree Wolff que hay detrás "una injerencia" gubernamental y "un proyecto de limpiar todas las causas que comprometan al Gobierno anterior".