Una mirada superficial a las relaciones entre el presidente de los EEUU, Donald Trump, y el norcoreano, Kim Jong-un, las hace parecer más un torpe flirteo de adolescentes que un juego diplomático serio. Pero la realidad es que se trata de un regateo entre dos empecinados. Un regateo en el que uno -Kim- no puede ofrecer más que sus necesidades y al otro no se le ocurre más que exhibir su superioridad.
Y a la vista de las recientes pruebas de los misiles norcoreanos, esa posición superior estadounidense no debe ser tan abrumadora como quiere hacer creer Trump. De no ser así, resultan incomprensibles los comentarios del presidente estadounidense ante unas pruebas que, sin infringir la propia moratoria norcoreana sobre armas nucleares y misiles intercontinentales, no dejan de ser un provocativo alarde de escalada militar.
Los norcoreanos probaron hace pocas semanas, sobre el Mar del Japón, tanto un nuevo modelo de misil de corto alcance como un nuevo proyectil teledirigido (radio de acción de 300 kilómetros) que, si bien no rompen el actual equilibrio de fuerzas en la península, sí suponen un importante paso adelante en la potenciación del arsenal misilero norcoreano.
Mensaje Compresivo Ante estos hechos, Donald Trump no estalló en uno de sus frecuentes ataques de ira sino que lanzó un comprensivo mensaje en Twitter. “Estoy seguro -escribió- de que Kim es consciente del gran potencial industrial de Corea del Norte y no hará nada que lo ponga en peligro. Además, sabe que me tiene a su lado y quiere cumplir la palabra que me dio. Se llegará a un acuerdo. “En realidad, Trump alardea de paciencia y comprensión porque sabe que por ese camino obtendrá antes y a menor precio lo que pretende de los norcoreanos: la desnuclearización de sus arsenales.
La postura norteamericana se basa ante todo en la aguda penuria alimenticia que está padeciendo por enésima vez Corea del Norte y en la escasa (casi nula) comprensión china y rusa ante la carrera nuclear emprendida por Pyongyang. Hoy por hoy, los EEUU y su aliado en la península -Corea del Sur- son las naciones que más rápida y decisivamente pueden aliviar las angustias económicas del Gobierno de Kim Jong-ul. Y eso -se cree en Washington- lo aceptará el mismo dirigente norcoreano si se le deja hacer bravatas en casa y no se le hostiga en público.
Si el planteamiento de la Casa Blanca es acertado, está por ver. Pero, de momento, ya se le puede aplicar el viejo dicho italiano de “si non e vero, e ben trovatto?”.