PARÍS. La segunda vuelta de las elecciones departamentales confirmó las expectativas de vuelco apuntadas el pasado domingo en la primera ronda.

Los conservadores de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y sus aliados centristas podrían obtener el triunfo en unos 70 departamentos del centenar en que se divide el país, según las primeras estimaciones.

De talla semejante es el descalabro socialista, que presidía 60 consejos departamentales y ahora se quedaría entre 27 y 31, según las proyecciones de los institutos de opinión pública, que rara vez yerran en Francia una vez cerradas las urnas.

Y pese a que el porcentaje de voto consolida el tripartidismo en Francia tras la fuerte irrupción del Frente Nacional (FN), el partido ultraderechista de Marine Le Pen no consigue hacerse, según los primeros indicios, con ningún departamento, aunque aspiraba a dos.

La barrera de la segunda vuelta es todavía demasiado alta para el FN, que sigue sufriendo para alcanzar el 50 % de los votos necesario para materializar en cualquier cita electoral su creciente apoyo.

Todos los partidos coinciden en hacer una lectura claramente nacional de estos comicios, puesto que los departamentos poseen unas prerrogativas muy limitadas, reducidas a ciertas políticas de proximidad sociales y de infraestructuras.

En una primera reacción a los resultados, Sarkozy aludió al "rechazo masivo" mostrado por los franceses hacia las políticas del presidente e insistió, al igual que hizo al terminar la primera vuelta, en que "se abre una nueva etapa" que terminará, a su juicio, con la vuelta de la derecha al Elíseo en 2017.

Si hay que buscar un símbolo para la derrota de Hollande, se encontraría fácilmente en el departamento de Corrèze (centro del país), en el que hoy votó el presidente.

Corrèze, recuperado por el Partido Socialista en 2008 y mantenido a duras penas en 2011, vuelve a manos de los conservadores en estas elecciones, que han penalizado con dureza los magros resultados económicos conseguidos hasta el momento por Hollande.

También será dolorosa para la izquierda su derrota en algunos de sus feudos más arraigados en el tiempo, como los de Allier (que gobernaban los comunistas), Nord o Côtes d'Armor.

El mapa electoral dibuja nítidamente dónde el Partido Socialista resiste el temporal: conserva la mayoría de los departamentos del sur y del centro-sur, así como algunos en la Bretaña, mientras que el resto se van a los conservadores casi sin excepción.

El primer ministro y otro de los damnificados por el batacazo, Manuel Valls, aseguró nada más terminar la votación que su Ejecutivo mantendrá el rumbo de reformas enfocadas a dinamizar la economía, aunque dijo "haber escuchado la voz de los franceses".

"Con su voto e incluso con su abstención, los franceses han vuelto a expresar sus expectativas, su cólera, su cansancio ante una vida cotidiana demasiado difícil", aseguró el jefe del Ejecutivo.

Valls anunció nuevas medidas en favor de la inversión pública y privada en los próximos días, así como bajadas de impuestos para nueve millones de hogares.

La participación se situó entorno al 50 %, una cifra algo inferior a la registrada en la primera vuelta, pero que no supone un nuevo récord de abstencionismo, marcado en 2011.