parís - El presidente francés, François Hollande, que había visto subir su popularidad tras los últimos atentados de París, se dio el domingo un baño de realidad al ver reflejada en las urnas la crudeza de su falta de sintonía con los franceses. Ayer, un día después de la primera vuelta de las elecciones departamentales francesas, que supusieron una nueva derrota para el gobernante Partido Socialista, los principales partidos comenzaron ayer a prepararse para afrontar la segunda ronda, que tendrá lugar el próximo domingo. El presidente de la UMP, Nicolas Sarkozy, la líder ultraderechista, Marine Le Pen, y el primer ministro, el socialista Manuel Valls, hicieron lecturas positivas de sus resultados, al tiempo que preconizaron su estrategia para los próximos días.
Con casi un tercio de votos en sus candidaturas conjuntas con los centristas de la UDI, Sarkozy clamó victoria y sus fieles multiplicaron las intervenciones para presentar el triunfo como una victoria personal del expresidente (2007-2012).
“La alternancia ha comenzado”, dijo Sarkozy nada más conocer los resultados, con clara voluntad de presentar este triunfo parcial en unas locales como trampolín hacia las presidenciales de 2017. Pero el líder de la oposición necesita confirmar su victoria en la segunda vuelta, donde las expectativas apuntan a que acabará siendo el partido con más departamentos. Actualmente la derecha controla el 40% del centenar de departamentos y los resultados del primer turno le auguran una gran progresión, que le puede llevar a controlar más del 60%.
la decisión de sarkozy Sarkozy afirmó que en aquellas circunscripciones en las que no haya candidato conservador no pedirán el voto ni por el aspirante socialista ni por el ultraderechista. Una decisión que amenaza con quebrar la unidad interna de su partido puesto que algunos pesos pesados, como el exprimer ministro y probable candidato a las primarias por la Presidencia francesa Alain Juppé, ya ha dicho que hará todo lo posible por que no salgan elegidos los candidatos de ultraderecha.
Pese a que no logró ser la candidatura más votada a nivel nacional, Marine Le Pen, que había ganado las pasadas europeas, también gritó victoria y consideró sus resultados como “históricos” y “espectaculares”.
El FN consiguió su mejor resultado en unas locales y recibió 360.000 votos más que en las europeas del año pasado, lo que permitió decir a su líder que es “el único partido que progresa”. La formación ultraderechista, que tenía solo dos consejeros departamentales, sumó en la primera vuelta ocho de forma directa y aspira a lograr muchos más en la segunda, en la que estará en la mitad de las circunscripciones.
La guinda del pastel sería conquistar algún departamento, según Le Pen, que lo ve posible en Vaucluse, en el norte del país, y Aisne, en el sur, feudo de la diputada Marion Maréchal-Le Pen, sobrina de la líder del partido y nieta de su fundador.
Marine Le Pen destacó que estos resultados muestran que el Frente Nacional prosigue su arraigo local, con el que pretende cimentar su victoria en las presidenciales, su verdadero objetivo.
También encontró motivos para la satisfacción el socialista Manuel Valls, pese a que su partido sufrió una importante derrota con poco más de un quinto de los votos, la segunda consecutiva tras la de las pasadas europeas. El primer ministro, muy implicado en la campaña, aseguró que su intervención logró evitar el triunfo del FN, contra quien concentró su fuego en los mítines.
En su análisis, la causa de la derrota no está en la política de su Gobierno sino en que la izquierda se presentó a las elecciones “desunida”. Agregando los votos de todas las candidaturas de izquierda, comentó Valls, se llega al 28% de los sufragios, lo que les sitúa por encima del FN. “Hemos resistido mejor de lo que nos auguraban los sondeos”, afirmó el jefe del Gobierno francés.