La formación izquierdista Syriza se alzó ayer con una clara victoria en las elecciones generales griegas y tras una campaña centrada en pronunciarse contra las políticas de austeridad y contra la sumisión a la troika se situó cerca de la mayoría absoluta.
La incógnita sobre si el partido liderado por Alexis Tsipras podrá gobernar en solitario se mantendrá hasta el último minuto, pues tras el recuento del 80% de los votos, rozaba el 36%, lo que le asegura 149 escaños, dos menos de los necesarios para la mayoría absoluta.
“El pueblo le ha dado un mandato claro” a Syriza, lo que supone que Grecia cambia de rumbo y “deja la austeridad tras cinco años de humillación”, dijo Tsipras al dirigirse a los ciudadanos desde un palco colocado ante la universidad de Atenas. “Hoy el pueblo griego ha escrito historia”, exclamó el líder izquierdista.
Tsipras afirmó también que la decisión del pueblo griego hace que la troika de acreedores (integrada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) “sea pasado”.
No obstante, dejó claro que “el nuevo Gobierno negociará con nuestros socios europeos”, y añadió que presentará su propio plan de reformas “sin nuevos déficit pero tampoco sin superávit irrealizables”.
“La voluntad del pueblo” En el caso del primer ministro griego y líder de Nueva Democracia, Andonis Samarás, afirmó anoche que respeta la voluntad del pueblo y agradeció a los electores “la batalla difícil” dada. “El pueblo se pronunció y respetamos su decisión”. El resultado “no es bueno para nosotros”, dijo Samarás, al que los resultados, con el 80% de los votos escrutados, situaban muy por detrás de Syriza con apenas 77 escaños.
En una breve comparecencia pública, en la que no mencionó ni felicitó al vencedor de las elecciones, Samarás subrayó que su Gobierno “acabó con los déficits y logró crecimiento” económico. “Hoy dejo un país que sale de la crisis miembro de la Unión Europea y del euro. Deseo que el próximo Gobierno mantenga estos éxitos”, añadió.
El primer ministro saliente afirmó que espera que “no se cumplan mis previsiones”, y aunque no precisó a qué se refería, aludió con ello a los malos augurios pronunciados durante su campaña electoral para el caso de una victoria de Syriza.
En el Estado español, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, aseguró que “comienza la esperanza” para el pueblo griego, pues en Grecia “ya se escucha el tic-tac” del cambio, y advirtió de que, tras una etapa de corrupción y recortes, también ha empezado “la cuenta atrás para Mariano Rajoy”.
Iglesias hizo estas afirmaciones cuando los sondeos a pie de urna ya daban una amplia victoria a Tsipras. De modo que su discurso fue desafiante y rotundo. Con un público que ya le daba por “presidente”.
En cuanto al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se mantuvo prudente, a la espera del veredicto de las urnas helenas. Y criticó a “políticos españoles, y en particular el señor Rajoy, que lo que no deben hacer es importar la política griega a la española; afortunadamente para los españoles España no es Grecia, aquí hay más alternativas económicas y políticas”.
En su opinión, el presidente del Gobierno “está en su derecho de ir a Grecia a dar un mitin, pero su obligación es ofrecer soluciones, crear el clima necesario para que haya una alternativa económica en Europa, que cree empleo en España y todo el conjunto de la UE, contra la desigualdad y que se solidarice con un pueblo, el griego, que está sufriendo mucho las políticas de austeridad”.
El diputado de IU y candidato a liderar el partido, Alberto Garzón, apoyó ayer en Atenas a Syriza. El diputado de IU consideró que la pronosticada victoria de Syriza tendrá una resonancia “muy importante” en el resto de Europa y principalmente en los países del sur. “Las políticas son las mismas (que en España) y por lo tanto puede ser un ejemplo de alternativa a las políticas que se están aplicando con la troika”, afirmó.
El coordinador nacional de ICV, Joan Herrera, celebró la victoria de Syriza y se mostró confiado en que la experiencia griega se traduzca ahora en una derrota de Artur Mas y Mariano Rajoy, a los que ha tildado de “peones de la troika” en Cataluña y en España, respectivamente.