boston. La comunidad vasca en Boston vivió con preocupación el día del estallido de las dos bombas el pasado lunes y, sobre todo, "con mucha confusión", coinciden el día después Eztizen Miranda, Elixabete Larrea e Iker Cillero, residentes en la capital de Massachusetts. Para quienes no sufrieron las consecuencias de los artefactos "cargados de metralla", todo quedará en un yo estuve allí, pero por ahora la incertidumbre impera en el cauto país de la bandera de las barras y las estrellas.
La ciudad, una de las más tranquilas de Estados Unidos, censa a más de 3.000 españoles. Aunque no se sabe cuántos vascos viven en ella, los hay trabajando y estudiando. El lunes, además, los había participantes en el reconocido maratón y acompañantes, como turistas que no quisieron perderse el espectáculo. "Es un día muy grande, de salir a la calle", apunta la donostiarra Elixabete Larrea, de la consultoría McKinsey & Company, a dos bloques de la allí denominada "escena del crimen". Ella, con su marido y un hermano, estuvo en el lugar de una detonación, pero una hora antes. "Oí las explosiones desde la oficina y ellos desde un autobús. No funcionaban los teléfonos, pero pronto pudimos saber que los tres estábamos bien", resume Larrea, quien se alegra de que este año su esposo no haya corrido el maratón. "No lo corrí porque para conseguir dorsal o tienes buen crono o hay que pagar 4.000 dólares a una ONG, como hice el año pasado. Al oír las bombas, preocupado, le mandé un sms a Eli porque el teléfono no funcionaba", afirma Iker Cillero. Larrea telefoneó a sus padres a Euskadi. "Menos mal -enfatiza-. En unos minutos ya me estaba llamando toda la familia y amigos preocupados". En su trabajo decretaron el estado de lockdown: debían permanecer en la oficina, debido a un protocolo creado a raíz del 11-S. Tras tres horas de espera, trasladaron a cada empleado a su hogar en un transporte privado.
El Gobierno Obama y la policía de Boston no quisieron precipitarse como han hecho otros medios "entre ellos españoles", denuncian. En Estados Unidos lo han declarado "acto de terror; no acto terrorista", explica Larrea. La periodista de Berango afincada en Bakio y alumna del Boston College, Eztizen Miranda, también lo cree así. "El Gobierno no ha confirmado que sea un ataque terrorista. Se supo algo de muertos por medios españoles antes que de aquí", comunica la investigadora de Media Research and Action Project, a través de un programa de su tesis sobre Memoria histórica y Comunicación, en Periodismo de Leioa. Ella pudo librarse del ataque porque el amigo con el que había salido "se bebió dos cervezas, en vez de una, y llegábamos tarde". Oyeron no dos, sino tres explosiones. Eli explica que la tercera que escuchó Eztizen sería una que se dio en la librería JFK. La policía explicó que coincidió en el horario del terror, y que fue una "detonación eléctrica".
Momentos de confusión Ambas coinciden sobre la confusión que hubo en los primeros instantes del suceso y que los dispositivos de seguridad se personaron en el minuto uno. "La organización y los servicios de emergencia fueron excelentes. Al principio me extrañé porque nadie nos decía nada y a metros de las explosiones tampoco veíamos lo que pasaba. Eso y que los agentes no dieran información. Incluso pensé: bueno, pero si no quieren que nos preocupemos, que nos digan lo que pasa". Cuando vi las imágenes por televisión? entendí por qué no nos decían nada". El amigo de la vizcaína de 29 años se mostró muy extrañado tras las detonaciones. "In Boston? In the Marathon of Boston? No, that would not make sense? I am sure it is just a gas explosion or something" (¿En Boston? ¿En el maratón de Boston? No, no podría ocurrir? Estoy seguro de que ha sido una explosión de gas o algo), reaccionó el joven local.
Acto seguido llegaron bomberos, ambulancias, policías, el FBI? Miranda sacaba fotos, veía personas llorando, algunos con heridas? "pero aun así no sabíamos lo que pasaba". "Preguntamos a varios de los organizadores, incluso les ofrecimos ayuda, yo tengo experiencia en primeros auxilios y emergencias y lo único que decían era que nos fuéramos de allí, que no sabían si iba a haber más explosiones. Pero nadie confirmaba nada. Ni de dónde venían las explosiones, ni cuántos heridos?". La respuesta de vecinos y civiles de Estados Unidos y otros países fue ejemplar. "Ten en cuenta que no solo había afectados por las explosiones; 23.000 corredores, muchos tras cuatro horas de maratón, no tenían más que las mantas térmicas del evento y empezaba a hacer frío". Una flota de autobuses transportó a atletas a zonas donde podrían encontrarse con sus familias. "Una familia sacó la televisión y unas sillas al jardín para que la gente pudiera escucharla y saber qué estaba pasando. Es cuando me di cuenta de la gravedad del asunto".