El X5 es, por el momento, el máximo exponente de la gama SUV de BMW. El suyo va a ser un liderazgo efímero, que caducará con el estreno del X7. En cualquier caso, esa teórica pérdida de jerarquía no va a restar ni un gramo de mérito al modelo, considerado uno de los referentes de su categoría. La cuarta edición del X5 se gama el respeto y la admiración del público (y de la competencia) depurando su estilo y haciendo acopio de un bagaje tecnológico de primer orden. Avanza así hacia la excelencia perfeccionando sus modales a uno y otro lado del arcén. BMW propone en el X5 tres mecánicas, gasolina de 340 caballos y diésel con 265 y 400, todas con tracción integral xDrive y transmisión automática de ocho relaciones. Hacerse con la interpretación más asequible requiere desembolsar al menos 72.800 euros.

Tanto ese precio como por su porte hacen del X5 un automóvil imponente. Los nuevos códigos estéticos de la marca bávara envuelven y llenan de contenido un coche que experimenta un pequeño crecimiento con respecto a la remesa anterior. La generación contemporánea ocupa 4,92 metros de largo, 2,0 de ancho y 1,75 de alto. Es, por tanto, 3,6 centímetros más larga, 6,6 más ancha y 1,7 más alta. Estas cotas, unidas al aumento en 4,2 cm de la distancia entre ejes, redundan en una mejora de la habitabilidad.

De hecho, ofrece en opción una configuración interior de siete plazas, que incorpora una tercera línea de butacas plegables. Las versiones que la montan pierden algo de capacidad de carga, puesto que el maletero pasa de 650 a 575 litros y se queda en 274 litros con las plazas supletorias desplegadas.

Los estilistas de la firma bávara han reforzado el empaque del X5 acentuando las líneas de expresión de su semblante (parrilla frontal y grupos ópticos) y enriqueciendo la puesta en escena interior. Desde fuera y por dentro, el modelo transmite una impresión de poderío y refinamiento. Esa percepción se acentúa, claro está, en las terminaciones más ambiciosas y costosas.

A dicha percepción como vehículo de lujo contribuye decisivamente la catarata de recursos tecnológicos que BMW vuelca sobre él. El modelo tiene a su disposición todo tipo de soluciones y ayudas a la conducción: suspensión inteligente, cuatro ruedas directrices, paquete off road para optimizar sus cualidades todoterreno, sistema operativo actualizable por Internet, geolocalización, luces láser con faros LED adaptativos, llave digital en el móvil, asistente de marcha atrás (memoriza y desanda de modo autónomo los últimos 50 metros recorridos), asientos climatizados con función de masaje y hasta posavasos térmicos (calientan y enfrían la bebida).

Por todo ello, las sensaciones a los mandos del X5 son altamente satisfactorias. Es un automóvil que se desenvuelve a la perfección en todo tipo de escenarios, principalmente en vías rápidas, en las que deja plena constancia de su brío y su aplomo. Dichas cualidades perduran al encontrarse nieve en la carretera y en el menos probable caso de circular fuera del asfalto.

El menú de motores puesto al servicio de este exquisito SUV contiene tres candidatos. Son dos bloques de gasóleo y uno a gasolina, todos ellos de seis cilindros en línea y tres litros, provistos de sobrealimentación por turbo. Quienes se sienten atraídos por la gasolina encuentran la versión 40i, animada por un motor de 340 caballos que promete un gasto medio de 8,5 litros. La clientela fiel al diésel puede elegir entre la variante 30d de 265 caballos, que se conforma oficialmente con 6 litros a los cien, y la M50d, cuyos cuatro turbocompresores ayudan a generar 400 caballos; esta alternativa de altas prestaciones (pasa de 0 a100 km/h en 5,2 segundos) anuncia un promedio oficial de consumo de 6,8 litros.