Vinicius se ha llevado la mayor decepción de su vida. Los cuatro goles que le cayeron en el clásico no han herido tanto su orgullo como el golpe bajo que supuso la concesión del Balón de Oro para Rodri. El problema es que algunos futbolistas, sobre todo los adinerados que pertenecen a grandes transatlánticos, son egocéntricos a más no poder y se creen por encima del bien y del mal. Su rabieta de mal perdedor, extensible al Real Madrid, fue cancelar el viaje a París y no asistir a la gala. Como el niño pequeño que se derrumba cuando no le salen las cosas en el patio. Partiendo de la base de que los criterios para la concesión del premio no están claros y no se sabe si tiene más valor ganar la Champions, la Eurocopa o el Mundial, el brasileño ha demostrado ser un niño consentido. También producen vergüenza ajena los comentarios de ciertos programas televisivos y tertulias radiofónicas convertidas en un funeral pese al sonado éxito del fútbol español. Y todo ello tras la enésima jornada liguera donde volvió a quedar clara su bula arbitral. Una semana después de que Kike García fuera expulsado de mala manera por sus protestas en el Alavés-Valladolid, Vinicius se fue de rositas tras retar y señalar con el dedo a un árbitro: “¡Tú siempre igual! ¡Tú siempre lo mismo”, le espetó sin que le pasara nada.
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