Hace ya un tiempo, me gané una bronca de tres pares en nuestro amado templo del cortado mañanero porque en este periódico aparecía una noticia en la que se referían a una mujer de 79 años como “persona de la tercera edad”. Uno de 82, en concreto, me puso de vuelta y media, aduciendo que él se sentía más joven que nunca. Así que entrar hoy al local y felicitar el día de los veteranos es jugarse la vida. Si nuestro querido escanciador de café y otras sustancias no ha variado el menú, a las nueve de la mañana habrá empezado la cosa con el desayuno de los campeones, consistente en huevos fritos con o txistorra o panceta, más vino, café, chupito y mus, aunque en la cosa de la comida se puede pedir ajoarriero como alternativa. Tras la orgía del colesterol, la fiesta de la palmera melocotonera seguirá con la vuelta por el centro, dividiendo fuerzas entre las jotas del Prado, el herri kirolak de los Fueros y el concierto de la Banda en la Florida. A la hora de comer, cada uno se buscará plan, aunque en el bar, por la tarde, no faltará la merienda de chocolate con churros. Ya puede hacer 40 grados en el exterior, que esto no se perdona ningún 8 de agosto. Se bajará la persiana antes de lo habitual para que el barman y el becario –o sea, el hijo– se vayan a cenar con la familia, a la que abandonaron el día 4.