En la lista de cosas que agradecer a mis años de escuela está, entre otras, llevarme a leer un verano El extranjero. Albert Camus siempre es una buena idea. Lo estoy recordando mucho estos días viendo y leyendo sobre lo que está ocurriendo al otro lado del Mediterráneo, tan cerca y tan lejos. “Me decían que eran necesarios unos muertos para llegar a un mundo donde no se mataría”, escribió Camus en una reflexión brutal y desnuda sobre los fines y los medios que interpela, o debería interpelar, nuestras conciencias. Porque, como también escribió, “cuando estalla la guerra, las gentes se dicen: “Esto no puede durar, es demasiado estúpido”. Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre”. Decía el otro día la gran Meryl Streep que “la empatía puede ser una forma radical de acercamiento y diplomacia”. Nada es más demoledor humanamente que ponerte en los zapatos de otro. En el Guernica, en la parte izquierda del cuadro, Picasso pinta a una madre que grita desgarrada con su hijo muerto en brazos. ¿No está en esa imagen el dolor de todas las madres en todas las guerras? Qué lástima que a los seres humanos nos sea tan ajena la humanidad.