Aquellos que últimamente hayan pisado el centro de Gasteiz un sábado avanzado el día se habrán encontrado, con total seguridad, con pintorescos grupos de jóvenes: algunos disfrazados, otros con pelucas, otros empeñados en interpretar el mapa del tesoro y todos ellos destilando risas y alegría. Las despedidas de la soltería son cada vez más habituales en nuestra ciudad, que, ya desde antes del coronavirus y ahora con renovado impulso, se ha erigido en destino referente en la zona norte. No hace tanto, Logroño era la capital estatal de las despedidas, pero el desmadre en el que se convirtió aquello propició que se fuera poniendo coto a estas celebraciones. La capital de La Rioja era casi todos los fines de semana entre primavera y principios de verano un destino masificado de jóvenes, muchas veces sobrepasando los límites de la decencia y protagonizando espectáculos poco edificantes. En Vitoria, el fenómeno de las despedidas está lejos de ser masivo y los episodios irregulares no son más que los de otro sábado cualquiera en el que no a todos les sienta bien lo que beben. La única gran queja es la del ruido extra que provocan. Un turismo diferente, pero que deja sus buenos euros en las cajas de los bares y de las actividades en las que se embarcan esos jóvenes que eligen Gasteiz para despedir la soltería. Que no se desmadre.
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