Algo del estilo debió dejar dicho Marx (Groucho, no Karl): “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. La antipolítica así formulada tiene su mejor antídoto en el debate presupuestario, donde se dirimen las cosas del yantar, y esta semana se ha decantado tanto en Euskadi como en el Estado. Idéntico resultado, porque prosperan los proyectos para 2023 de ambos Gobiernos, pero desigual comportamiento de los mismos partidos. Las Cuentas claras y las actitudes, también. 

Comenzando por casa, la centralidad pragmática que encarna el Ejecutivo de PNV-PSE verá aprobados sus Presupuestos el 23 de diciembre por la fuerza mayoritaria de sus votos aunque en esta ocasión sin el concurso de EH Bildu, refractario al lehendakari Urkullu y a su vez amigado con Sánchez. Se veía venir, pues la coalición abertzale acompañó su propuesta inicial de 450 millones con la exigencia de modificar la estructura contable y por ahí no cabía resquicio a la abstención positiva que sí brindó a las Cuentas vigentes. Se argumenta la escasez de los 54 millones ofertados de salida por Azpiazu, si bien en Navarra EH Bildu cerró 15 millones con el Gobierno de Chivite, un 0,26% de los Presupuestos de allí por un 0,38% de lo que aquí se puso encima de la mesa sin éxito. Como los números cantan, lo que aflora es la legítima rivalidad con el PNV de cara a los próximos comicios municipales y forales. Aderezada con la razonable aspiración de EHBildu de reforzarse a costa de un Podemos a la baja que cerró a cal y canto toda opción de acuerdo con Azpiazu al reclamar más de 500 millones con seis escaños de 75.  

Como en el Estado viene el lobo de la derecha unida, con Ayuso y Vox marcando el paso a Feijóo, el mal menor se impone naturalmente al dogmatismo. Y más cuando tus votos resultan capitales para quien presupuesta desde la geometría variable como Sánchez, el gran funambulista que vuelve a cuadrar otro círculo. Incluso con mercancía caducada, vendiendo a varios interlocutores incluido EH Bildu lo que ya tenía comprometido. Como por ejemplo extender el mecanismo compensatorio de las pensiones no contributivas o devolver a Navarra la competencia de Tráfico que en su día negoció con el Gobierno de Barkos y luego con el PNV, además de que Chivite lo anunció en el último debate del estado de la Comunidad. Por cierto, nadie expulsa a la Guardia Civil de ningún sitio porque a esos agentes se le habilita una pasarela a la Policía Foral y las unidades restantes no se tocan. 

Con los Presupuestos para 2023 encauzados en Gasteiz y Madrid, nos adentramos en un embudo para los consensos de amplio espectro determinado por un ciclo electoral de un año y medio hasta las autonómicas vascas. Volviendo a Marx –Groucho, no Karl– es hora de mantener los principios aunque las urnas asomen por la puerta. Porque siempre habrá a quienes les disgusten, pero sin embargo nada se premia más que la coherencia.