Era otoño de 2021 y hablábamos de una tormenta perfecta que empezó a gestarse en la pandemia. La economía salió de los confinamientos condicionada por el cuello de botella en los transportes mundiales, el alza de precios de materias primas y energía –sí, ya entonces–, una altísima demanda impulsada por el ahorro de los consumidores en pandemia que la oferta era incapaz de satisfacer, el cierre de puertos en China por brotes de covid-19, la escasez de semiconductores, la dependencia occidental de la producción asiática... La inflación comenzaba a subir y salían a la palestra conceptos como desglobalización y relocalización. Claro que la tormenta perfecta igual aún tenía margen de perfeccionamiento, porque llegó la invasión rusa de Ucrania en febrero, no solo disparando aún más la energía, sino desestabilizando los mercados mundiales de cereal y sumando una amenaza más al riesgo de hambrunas ya agravado por los desequilibrios climáticos. La inflación se ha disparado a niveles estratosféricos desde entonces. Nadie quería pensar hace unos meses en la sombra de la estanflación, pero EEUU ha entrado en recesión técnica. Los bancos centrales se han lanzado a elevar los tipos de interés en un intento por controlar los precios. ¿Seguirá perfeccionándose la tormenta? l