Me temo que la sociedad necesita con urgencia tomarse unas vacaciones para descansar de sí misma. Quizás, de esa forma y con un reseteo natural, las cosas se normalizan y ciertos personajes logran adquirir algo de conciencia, no mucha, pero lo justo para comprobar que son evolutivamente inferiores a las garrapatas y que merecen el desprecio de todos. Así, a lo mejor, se quedan quietos y no hay que lamentar ni sustos, ni dolor, ni desgracias, ni miedos. Lo escribo porque parece evidente que a cada paso que se da hacia la utopía de la igualdad le siguen las zancadillas de una retahíla de mastuerzos que, por lo visto, concuerdan en el genotipo con los huesos de los homínidos recuperados a golpe de pincel y espátula en Atapuerca. Es la única manera que existe de entender a quienes se dedican en la actualidad a sembrar la noche gasteiztarra de pinchazos con el objetivo de someter a sus víctimas a una sumisión química. Que se sepa, los tres casos de los que la Ertzaintza tiene constancia se han logrado detectar a tiempo. Pero, lamentablemente, la Humanidad solo ha logrado avanzar incluyendo en su seno a un gran número de indeseables que, si tienen una oportunidad, seguirán actuando.