ace un par de años por San Prudencio, a pesar de los impagables consejos telefónicos del amigo Ibai, un servidor intentó hacer talos de confinamiento en casa, eso sí, con erótico resultado. Hace doce meses, en nuestro amado templo del cortado mañanero pudimos recuperar, pero de aquella manera, lo de hacer un ágape previo a la llegada del meón. Claro que estuvimos cuatro y tomando todas las precauciones habidas y por haber, que ya hubo algún viejillo que llegó acojonado desde casa porque le habían amenazado con hacerle el petate y dejarle abandonado en alguna gasolinera si volvía contagiado. Así que esta vez nos estamos desquitando. A lo loco. A los venerables les da igual incluso que llueva. Al contrario. Hay alguno que ha propuesto subir a Armentia con bañador y flotador para quedarse con la peña. Esperemos que no llegue la sangre al río, pero sí hoy alguien ve por las campas a un grupo de la decimoséptima edad de esta guisa, que no se asuste. Pero es que no quieren dejarse nada en el tintero, más que nada porque lleva unos días muy cenizos nuestro querido escanciador de café y otras sustancias, repitiendo que mira lo que está pasando en China y que eso nos va a llegar en dos telediarios. Así que como puede que eso pase, ¿qué mejor que disfrutar del hoy? Incluso aunque llueva.