n fiel alavesista, cuando me ve, me pregunta por el canastodesde que Baskonia y Glorioso son hermanos. Al margen de la coña, el baloncesto necesita una reflexión profunda para volver a ser referente. Acabamos de pasar el fin de semana por excelencia para los amantes del canasto, el que engloba la Copa ACB y el All Star de la NBA. Dos eventos de referencia, el primero por su competitividad y el segundo por juntar a las grandes estrellas, que han ido perdiendo brillo hasta convertirse en bodrios insoportables. La ausencia del Baskonia en la Copa le quita ese punto trascendental que da aspirar al título, pero el problema es que la previsibilidad del torneo le ha hecho perder su chispa original. Y, para remate, ver una final de pésimo nivel de espectáculo -más aún teniendo en cuenta que han gastado millonadas supuestamente en talento y no en cemento- que ofrecieron Barça y Madrid te chafa aún más. El All Star nunca ha sido una competición, pero tenía su aquel con el duelo de Conferencias, los piques o la esperanza de sorprenderse con los concursos. Nada queda ya de eso, convertido el Partido de las Estrellas en un encuentro de los Globetrotters y con hasta nueve intentos para hacer un mate. La alegría, dentro de temporadas cada vez más interminables y con cada vez más partidos irrelevantes, también se ha perdido.
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