La situación no extrañará a muchos dueños de perros. El can ladra a la tia Rita cuando viene a casa de visita pero no a su marido, el tío José, al que ignora tras saludarle. Y también ladra a la buena mujer cuando se la encuentra por la calle. Algo que no sucede con Pablo, el amigo del hijo, al que ladra cuando entra en casa pero no en la calle. Y ninguno de ellos ha hecho nada nunca, desde nuestro punto de vista, para merecer tales atenciones discriminadas. ¿Por qué se comporta así, ladrando a unos y a otros no?

Para empezar a entenderles hay que saber las razones por las que un perro ladra. Aunque el lenguaje de estas mascotas es principalmente corporal, a través del ladrido también expresan emociones, estados de ánimo o reaccionan a determinadas situaciones. En función de esto el tono del ladrido, su frecuencia o su volumen pueden cambiar. Unido a sus gestos y a la posición del cuerpo, su significado puede entenderse fácil. Además la convivencia, el conocerse bien ayuda. Así entendemos si tienen miedo, enfado, ganas de jugar, hambre o quieren nuestra atención.

Un perro ladra para avisar de una visita de la que desconfía. Freepik

Algunas causas del conflicto

Por eso a veces nos desconcierta su comportamiento diferente con determinadas personas en un misma situación. Algunos expertos en comportamiento canino argumentan que las personas podemos hacer gestos que un perro interprete de forma distinta. Puede que nuestra expresiva tía Rita salude a nuestro perro con una gran sonrisa cariñosa pero él sólo vea los dientes. Y en lenguaje canino, mostrar los dientes no suele ser una señal conciliadora, por lo que puede responder a la defensiva con ladridos. En cambio el tío José solo lo saluda con la cabeza y quizá una caricia, desentendiéndose después.

Ahondando en esta explicación, los expertos explican que los perros también puede reaccionar a sustancias que nuestro cuerpo puede desprender en función de las sustancias que liberamos cuando sentimos una emoción. El miedo, el estrés, la ansiedad, la sobreexcitación pueden liberar hormonas que afecta a nuestro olor corporal y los perros detectan. En función de cómo las reciban pueden reaccionar ladrando o no. Aunque esta teoría de momento es eso (el famoso “los perros huelen el miedo”) también ocurre que esas emociones cambian nuestra expresión y nuestra postura y unos especialista en leer estos cambios como los perros, pronto lo interpretan a su manera contagiándose de ella y reaccionando.

El aislamiento puede causar una mala socialización y volver miedoso a un perro. as. Freepik

Los canes son animales territoriales, gregarios y hasta cierto punto posesivos. Son muy celosos de su entorno. Por ello, cuando algo altera ese entorno, o ellos creen que lo puede alterar, ladran para advertir al recién llegado que están pisando su casa. Algo así como “tú eres nuevo aquí, comportate, estás en mi casa, con mi gente y mis cosas”. Si la expresiva tía Rita es además una voluntariosa invitada que ayuda a llevar cosas a la mesa, besa y abraza con entusiasmo y acaba sentándonse en el sitio habitual de otro apartando sus juguetes, será sometida a estrecha vigilancia y reconvenida por sus errores desde el punto de vista perruno. En cambio, el tío José se habrá acomodado en un rincón y esperando a que los demás hagan las cosas, lo que le convierte en el invitado perfecto para el can.

Puede que además se haya dado un caso circunstancial de un mal adiestramiento inconsciente por nuestra parte o por parte de la tía Rita. La primera vez que la buena mujer y su marido visitaron el hogar familiar, puede que se intentara callar los ladridos del perro dándole alguna chuche o con caricias. Por ello, nuestra mascota ha podido entender que la presencia de la tía Rita sea una vía para que se le preste atención y se le obsequie con golosinas y atenciones extra. Lo único que hace es reclamar lo que cree que le corresponde. Esto debe hacernos pensar que los ladrido no siempre significan rechazo hacia esa persona. Su lenguaje corporal nos dará la clave para entender si lo que busca son mimos por parte del visitante o que se marche.

Finalmente, una razón para que ladre es el miedo. Si es el caso, la tía Rita no será la única a la que ladre cuando se encuentre con ella o la vea en casa. Este miedo suele tener su origen en una mala socialización durante su etapa de cachorro. Estos miedos aparecen al final de su periodo de socialización y si no han sido expuestos a otras personas, otros perros, diferentes animales o los más variados estímulos ambientales para que los conozca, al entrar en la edad adulta puede reaccionar con inseguridad y con miedo. Es el síndrome de privación sensorial y aparece cuando los perros han permanecido encerrados durante etapa infantil y privados de los estímulos sociales. Como consecuencia, en algunos casos ladrará y en otros rehuirá aquello que le cause desconfianza.

Esta situación se puede revertir con trabajo, cariño y mucho refuerzo positivo. Por ello es muy conveniente, si el perro es adoptado y no se conoce su pasado contar con la ayuda de un adiestrador o de un experto en comportamiento canino para ayudarle.