Ni idea - No me avergüenza reconocerles que no sé ni por dónde me da el aire respecto a la rebelión de los mercenarios del Grupo Wagner contra su hasta ahora patrón, Vladímir Putin. Me da para imaginar que la cosa tiene que ver con el vil metal. Por pura intuición, parece lógico pensar que el sátrapa del Kremlin se ha retrasado en los pagos y/o ha incumplido las promesas de dotación de cachivaches para matar, y a los otros, que no son precisamente el santo Job, se les han hinchado los pelendengues. Y no un poquito, porque las bravuconadas que venimos escuchando desde hace unas semanas de labios del Rambo Yevgueni Prigozhin, jefe del emporio de alquiler de asesinos, se han convertido en hechos gravísimos contantes y sonantes. Como nos cuentan las (confusas) noticias, el tipo asegura haberse hecho con el control del alto mando militar ruso de la ciudad de Rostov, con un millón de habitantes. La prueba de que no es un farol reside en la respuesta del desafiado Putin. Promete un castigo ejemplar ante una traición intolerable.
Sin expertos fiables - La cuestión es si el siniestro matarife tiene medios humanos y materiales para cumplir su promesa. Y aquí, de nuevo, vuelvo a hacerles partícipes de mi más absoluta ignorancia. Quisiera contarles que me he documentado en fuentes dignas de crédito, pero me temo que no hay tutía. Los que ahora mismo ejercen de visionarios son exactamente los mismos generalotes y expertos en estrategia militar que, al comienzo de la invasión de Ucrania, nos aseguraron que el paseo ruso sería épico; en un par de semanas iban a tener sometidos a sus desventurados vecinos y Zelenski, al que calificaban de payasete sin medio gramo de capacidad de liderazgo, firmaría la rendición por su bien. Un argumento, por cierto, que sostenían las izquierdas vasca y española verdaderas, esas que en otras ocasiones hacen grandes panegíricos de la resistencia de los pueblos injustamente pisoteados.
Quién es el bueno - ¿Y qué dicen ahora esos sabios que hasta la fecha no han dado una? No les puedo dar cuenta de todos, lo reconozco. La mayoría de los que han sido consultados hablan del germen de una guerra civil en la madre Rusia, ahí es nada. Los más venidos arriba insinúan que puede ser el aperitivo de una victoria ucraniana. Este humilde tecleador se remite a lo dicho en las primeras líneas de la presente parrapla: no tengo ni idea de cómo acabará la vaina. Eso sí, no saben cuánto me gustaría que los zurdos fetén que han venido justificando las matanzas de los de Wagner nos cuenten ahora si el bueno es Putin o lo son los mercenarios.