¿Y si hubiera sido otro? - Se pregunta uno qué habría pasado ya si hubiera trascendido que, durante años, Alavés, Osasuna, Real o Athletic habían pagado un total de siete millones de euros a un baranda del Comité Técnico Arbitral a cambio de informes sobre cómo debían comportarse sus jugadores con el colegiado que les hubiera tocado para conseguir un resultado favorable. En realidad, es una pregunta ociosa. No me imagino a ninguno de nuestros equipos -y tampoco al Rayo, al Espanyol, al Betis o casi ninguno que no fueran los de siempre- gastándose un pastizal en humo. En el peor de los casos -y, por desgracia, hay bibliografía de algunos episodios turbios-, la teórica inversión no habría sido para un intermediario sino para el trencilla designado, si es que era bizcochable, o, con más posibilidad de éxito, para dos o tres integrantes del equipo rival dispuestos a no emplearse a fondo a cambio de la choja suficiente. Pero, volviendo al ejercicio de imaginación que proponía, creo que todos tenemos claro que se habría abierto una investigación instantánea con amenaza de, como poco, descenso de dos categorías

“Actos Prescritos” - Sin embargo, como quiera que el equipo pagador ha sido el Barça, todo lo que tenemos es una difusa apertura de un expediente informativo por parte de la Real Federación Española de Fútbol. Sí, la misma que preside Luis Rubiales, el tipo al que grabaron varias conversaciones con su amiguito Gerard Piqué sobre cómo se iban a repartir las mordidas multimillonarias a los jeques por llevar la Supercopa a Arabia Saudí. Un chiste malo que no va a llegar a ningún sitio. Por lo menos, el otro mandarín de la cosa pelotera, el siniestro de presidente de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Tebas, ha sido más sincero al dejar claro que no va a haber sanciones disciplinarias porque, según él, las faltas estarían prescritas y, además, una denuncia suya “entorpecería la investigación en curso”. Hay que tenerlos cuadrados. 

Timador timado - Todo apunta, por lo tanto, a que la cosa se quedará en alimento para un puñado de titulares entretenidos antes de desvanecerse como cualquiera de los mil escándalos balompédicos que llevamos coleccionados. Y, bien mirado, en este asunto concreto, quizá no haya materia suficientemente firme como para hincar el diente. Entre pillos ha andado el juego. Por lo que vamos sabiendo, el ínclito Enríquez Negreira hizo lo que Tony Leblanc en aquella inolvidable película sobre el timo de la estampita, es decir, metérsela doblada a estúpidos codiciosos que se pasaban de listos. O sea, como el Barça.