El desbloqueo de la renovación del CGPJ iba a estar para hoy. Pero no. El Mesías Feijóo ha mandado parar porque los malosos socialcomunistas van a rebajar las penas por sedición. Y eso al ultramonte mediático no le gusta nada. Aquí va un ramillete de ejemplos.
"Sería una indignidad para España que el debate sobre el delito de sedición concluyera con el regreso triunfal a España del prófugo Puigdemont”
Al primer gladiador de la palabra que nos encontramos con el morro torcido es al veterano Luis María Anson, que pontifica lo que sigue en La Razón: “Sería una indignidad para España, una bofetada para el Tribunal Supremo y una afrenta para la Justicia, que el debate sobre el delito de sedición concluyera con el regreso triunfal a España del prófugo Puigdemont”.
Unas páginas antes, se había encargado del asunto el kitcheniano Jorge Fernández Díaz bajo el título “Alfombra roja para la sedición”. Bien es verdad que todo se quedaba en el encabezado, pues en la letra menunda el exministro imputado se pierde por las farfollas de siempre: “Un Gobierno que nació y que vive de los separatistas, Bildu, comunistas y nacionalismos antiespañoles como el PNV, no puede tener políticas de Estado, y que el PP esté allí para salvarle cuando esa contradicción aflore”.
"[Los ssoberanistas] Pasan de agresores a agredidos, de delincuentes a víctimas"
En Libertad Digital, es Antonio Robles el que echa las muelas. Su argumento es juanpalomismo de manual. Da igual que haya o no rebaja de penas: “Salga adelante o no, el mal ya está hecho. La hegemonía moral perdida por los nacionalistas tras el golpe institucional al Estado de Derecho la vuelve a recuperar. Pasan de agresores a agredidos, de delincuentes a víctimas. Con la colaboración necesaria del gobierno de la nación que habría de combatirles”.
Como ven, el razonamiento general es que la reforma supondrá levantamientos sediciosos a gogó. Por ahí va también David Mejía, opinatero de The Objective: “El procés demostró que la sedición no es un fósil decimonónico, sino una amenaza real. La reacción de un Estado funcional habría sido actualizar su tipificación para adecuarla a las sediciones del siglo XXI. Estamos camino de hacer lo contrario: cuando se ha demostrado que la amenaza de sedición es real, tapizamos la ley al gusto del sedicioso”.
Esto era el calentamiento. Llegamos a la traca final, con tres cohetes lanzados en El Debate. El primero, el editorial, titulado “Pedro Sánchez traiciona a España”. Que no sea por palabras gruesas: “Lo que Sánchez ha hecho para lograr el apoyo de su aliado separatista es, nada menos, invitarle a repetir la insurgencia institucional cuando las circunstancias se lo aconsejen, quizá con otro Gobierno menos laxo y dadivoso. Y cuando llegue ese momento, sabrá que sus actos apenas tendrán reproche legal y podrán perpetrarse con la tranquilidad que concede la sensación de impunidad a punto de consagrarse”.
El segundo aullido lo firma Ramón Pérez-Maura, que denuncia, ahí es nada, el suicidio de España: “Si perpetrar un alzamiento colectivo y violento contra la autoridad o el orden público sin llegar a la gravedad de la rebelión no es un delito que amerite severas penas, ni siquiera las penas con las que han sido condenados Oriol Junqueras y su pandilla, está claro que romper España es considerado un delito menor. Es decir, el Gobierno de la nación, como encarnación del país, está perpetrando un suicidio”.
"El Gobierno de Sánchez acaba de anunciar una repugnante traición a España"
Y ya como remate, el subdirector del digital catolicón, Luis Ventoso, adapta cierta frase que ha hecho fortuna y titula: “Que te vote Chapote (y Junqueras)”. En la letra menuda, otra vuelta de tuerca a lo mismo, con extra de vitriolo: “El Gobierno de Sánchez acaba de anunciar una repugnante traición a España. Va a rebajar el delito de sedición, lo que permitirá que sus socios separatistas lo tengan mucho más fácil en su próximo golpe contra la unidad nacional. Sánchez vende a su país en el mostrador de los independentistas a cambio de que lo mantengan un añito más en la Moncloa”.