Como estaba cantado, la prensa de orden hace la ola ante la deslucida Diada de ayer. Y ya no es solo por la floja asistencia como por la riña en las dos grandes familias del soberanismo. Así lo celebra el editorialista de La Razón: “Que los enemigos de la Constitución y la convivencia se desgasten es siempre positivo, aunque se deba a factores endógenos y el Estado se mantenga ausente. En todo caso, conviene no engañarse, quieren lo peor para España y nada bueno puede salir de ellos para la nación”.

"Nunca me gustaron las sardanas, los «Castells» o la Diada, que es una celebración que no tiene ningún sentido histórico"

Francisco Marhuenda

El director del periódico azúlón, Francisco Marhuenda, es uno de los que declara más feliz por lo que él llama fracaso. Al contárnoslo, no puede evitar hacernos partícipes de sus gustos: “A pesar de amar profundamente a Cataluña, al igual que a España y al resto de sus territorios, nunca me gustaron las sardanas, los «Castells» o la Diada, que es una celebración que no tiene ningún sentido histórico. Por ello, me alegra mucho que sea solo un estéril entretenimiento de los independentistas, que se pelean entre ellos, y que provoca una acertada indiferencia en gran parte de los catalanes”.

"Como cada Diada podría ser la última, conviene asimilarla a la manera de los coros y danzas, aquel invento seborreico del franquismo"

Antonio Lucas

En El Mundo, Antonio Lucas apunta (y dispara) a lo folclórico: “La celebración de la Diada ha sido un fracaso. El gatillazo en sí no tiene importancia, pero después de años de tabarra monumental traficando con naciones, identidades, hecho diferencial y otros carnavales administrativos, el nacionalismo paseó ayer su cabeza en una pica. Como cada Diada podría ser la última, de puro desgaste y de tanto que avanza la indiferencia, conviene asimilarla a la manera de los coros y danzas, aquel invento seborreico del franquismo para dar cobertura a las ricas expresiones del honrado pueblo español”.

El editorialista del diario de Unedisa vuelve a centrar en lo que importa, que es que los enemigos de España están a tortas y sin fuelle: “La de ayer, de hecho, fue una Diada en la que se observó claramente cómo esta jornada festiva patrimonializada con carácter excluyente por el secesionismo ha pasado de la hostilidad al cansancio y sobre todo a la indiferencia de una gran mayoría de catalanes que están hartos del callejón sin salida que representa la sinrazón independentista. El gran pinchazo de asistencia a la marcha lo acreditó a las claras”.

Ahí es donde entra Pedro J. Ramírez y sube la apuesta y deja escrito en el editorial de El Español que al prócés le queda un cuarto de hora: “La Diada de este año ha servido únicamente para evidenciar la fractura irreconciliable del bloque independentista. Y el agotamiento del cartucho político del procés, cuyos réditos sociales parecen definitivamente amortizados. Cuando se cumplen 10 años del inicio del procés, y casi 5 desde el referéndum ilegal del 1-O, el soberanismo asiste al ocaso de un tipo de política autorreferencial, divisiva e inútil para solucionar los problemas de los ciudadanos”.

"Ahora el problema no es del Estado, sino de los propios independentistas, españoles a su pesar, los que han terminado a garrotazos, como en el famoso cuadro de Goya"

Antonio Casado

La penúltima se la anotamos a Antonio Casado, que escribe en El Confidencial: “Con su patriótico flamear de esteladas al viento en las calles de Barcelona. Su particular plaza de Oriente. Pero lo cierto es que la presión al Estado ha aflojado con las discordias internas del independentismo. Ahora el problema no es del Estado, sino de los propios independentistas, españoles a su pesar, los que han terminado a garrotazos, como en el famoso cuadro de Goya”.

¿Y la última? Pues es la ausente. Por primera vez desde 2012 ni el editorial de ABC ni sus opinadores se ocupan de la Diada al día siguiente de su celebración. Solo Salvador Sostres pone la palabra Diada como título para una chapa en la que nos cuenta que los jóvenes de hoy son unos vagos que quieren vivir del cuento.