El monte tolosarra por excelencia está delimitado por las cuencas de los ríos Oria y Leitzaran. En su cima (730 metros) se forma un balcón natural que se asoma a la antigua capital guipuzcoana, hoy una villa vibrante convertida en una metáfora condensada de las esencias vascas. Se respira historia, perduran las tradiciones, se come y se bebe bien en Tolosa. La postal desde la cumbre es fantástica y abriga a los mendizales que suben al Uzturre en las jornadas más destempladas. Es como si los grupitos de casas apiladas se hicieran un hueco a trompicones, abriéndose a codazos, encajonados por la naturaleza. Dicen que es un monte afortunado, ya que los tolosarras le dedican una mirada al menos una vez al día. Y eso es algo que tiene mucho mérito en un territorio favorecido por bellas rutas de senderismo y un paisaje sinuoso y verde como pocos.
En el barrio Izaskun, ubicado en la parte alta y un poco al margen del casco urbano, el arquitecto catalán Armando Roca, hoy un popular veterano atleta octogenario, ideó unos rascacielos con forma de cohete puntiagudo a los que bautizó con el nombre de Sputnik, igual que el primer satélite que lanzó al espacio la Unión Soviética en 1957. Estos curiosos edificios son las torres más altas de la villa. Con el paso del tiempo y unas discutibles reformas han perdido parte del encanto espacial con el que fueron concebidos. Pero desde sus terrazas se siguen captando las montañas de alrededor mejor que en cualquier otro lugar, como si se tratara de un mapa a escala real, incluido ese monte amigo al que se le visita siempre que se puede y que parece gritar a los guipuzcoanos: “Aquí estoy, venid a verme y no os defraudaré”.
Seas o no amante del senderismo, Uzturre merece una oportunidad. O dos. Ligado indisolublemente a Tolosa, sus vecinos aprovechan la cercanía para darse un paseo y oxigenarse en un pulmón verde que tienen a tiro de piedra. Es un mirador con preciosas vistas, ya se sabe, pero eso solo alcanzaría para dar una explicación superficial. También hay una cruz levantada en 1927 y que es el objetivo de muchos fieles montañeros de Ibarra, Tolosa, Amasa-Villabona, Irura, Anoeta.... Constituye un cotidiano hito sentimental y habitual punto de encuentro mendizale guipuzcoano. La cima, no obstante, se encuentra en otro lugar, a unos 15 minutos de la popular parada. Hay otras muchas cosas que descubrir alrededor del Uzturre.
Ruta clásica
Antes que nada, subamos a lo alto del monte. Para ello, seguiremos en primer lugar las indicaciones del portal de turismo del ayuntamiento de Tolosa. Pongamos que es un sábado por la mañana, día de mercado. La ruta desde la villa papelera coincide con la puesta a punto de los puestos. El evento se celebra desde hace siglos en Tolosa. Es un día grande, se nota en el ambiente. Los sábados no cabe un alfiler. En el renovado edificio Tinglado, los baserritarras venden sus productos; en la plaza Verdura, otro lugar con encanto, con una cubierta acristalada y rodeada de los arcos de la plaza, encontrarás plantas y flores. Por su parte, en la plaza Euskal Herria, en el primer ensanche de la villa, custodiada por edificios de colores pastel del siglo XIX, se reúnen los comerciantes foráneos.
La excursión arranca al borde de unas escaleras, después de que una señal nos indique la dirección que nos llevaría a la ermita de Nuestra Señora de Izaskun y al restaurante del mismo nombre. En este establecimiento sirven comida casera, sencilla y bien elaborada en el que destacan sus sabrosas croquetas. A la vuelta se puede disfrutar de su cocina y, de paso, de unas vistas despejadas. El santuario es de estilo medieval y conserva en la entrada un arco en punta. No es gran cosa, pero fue motivo de disputa cuando Ibarra se desligó definitivamente de Tolosa en 1802.
Cabe recordar alguna que otra curiosidad relacionada con la ermita. Cuentan que las parejas creyentes con problemas de concepción continúan la tradición de rezarle a la virgen tallada sobre madera por su presunto poder fertilizante. Las crónicas añaden que después de las rogativas algunas aspirantes han terminado embarazadas de gemelos y trillizos; lo que los escritos no confirman es si se debe única y exclusivamente a la milagrosa mano de la virgen o con ayuda de métodos más convencionales. Otro dato curioso es el barquito que cuelga del interior de la ermita, una estampa habitual en los pueblos marineros de Gipuzkoa y que rara vez se ve en el interior del territorio.
Las típicas marcas rojas y blancas nos redirigirán a una pista asfaltada. Las campas y huertas asoman a ambos lados de la ruta. Enfilamos la ancha vía central. El caserío Orita, entre otros inmuebles históricos, no tardará en aparecer. El camino entra entonces en una sucesión de subidas y bajadas hasta que la rampa empieza a mostrar sus colmillos. La cuesta se empina, el ritmo se ralentiza debido al esfuerzo. Llegados a este punto, no se puede pasar por alto la fuente y su vaso de metal, que nos servirá para beber agua y recuperar energía en nuestro empeño por llegar a la cumbre.
“El monte Uzturre es muy popular en esta zona de Gipuzkoa y tiene mucha historia”
A mitad de camino también hay un pequeño refugio donde podemos volver a descansar antes de que nos adentremos en el bosque. A ratos, el camino se volverá pedregoso. Si el tiempo acompaña podremos deleitarnos con la espectacular panorámica que se abre a mano izquierda. Otros lugares a tener en cuenta antes de llegar a nuestro primer destino son los cerros de Urkieta y, más arriba, Uzturreko harrobia. Falta un último empujón. La pendiente vuelve a ser pronunciada, pero esta vez la recompensa es definitiva.
En pocos minutos alcanzaremos la ansiada cruz además del impresionante balcón que sobrevuela el paisaje de Tolosaldea. Como ya se ha señalado, este no es el punto más elevado de la ascensión. Si seguimos subiendo unos metros más, la senda tomará rumbo al este y llegaremos al fin al pico del monte, donde se distinguen varios buzones. Los arbustos que rodean el promontorio dificultan la visibilidad, pero habremos cumplido con el objetivo de la excursión, que es de lo que se trata.
Ruta alternativa
Bastante menos conocido y, por lo tanto, poco transitado es el sendero que empieza en el barrio de Santa Lucía. El ayuntamiento de Tolosa lleva un tiempo tratando de promocionar esta ruta alternativa (Uzturreko bira) que ofrece a los caminantes la oportunidad de descubrir un rico legado paisajístico, cultural y lleno de anécdotas. En 2015, los técnicos municipales hallaron un tesoro natural que hasta ese momento había pasado inadvertido: las pozas naturales, un oasis semiescondido en un frondoso bosque que dio a conocer el grupo de espeleología Amarozko Mendi Elkartea tras conseguir abrir el acceso.
El bello entorno, compuesto por un pozo y una cascada, se encontraba en malas condiciones de conservación y ha sido totalmente rehabilitado. Las pozas no tienen perdida. Están situadas aproximadamente a 500 metros del antiguo hospital de La Vieja Misericordia, también en el área del monte Uzturre y cuyo patrimonio fue recuperado en 2018.
“Nos gusta recorrer este monte de todas las formas posibles junto a la amona y los aitas”
Según los historiadores, en este complejo hospitalario se atendía a los enfermos por tuberculosis a principios del siglo XIX. Los pacientes respiraban aire puro alejado de la villa, sin riesgo a un posible contagio. Más tarde, el edificio se reconvirtió en la casa San Ignazio, una suerte de cantina informal que durante años se convirtió en zona de descanso para los montañeros. Se detenían en el caserío, bebían y retomaban su camino. En 2018 se realizaron una serie de trabajos de recuperación con los que se limpiaron y adecentaron las ruinas de este lugar, dando a conocer el merendero que en las últimas décadas había permanecido escondido.
La vieja torre de telégrafos -o, más bien, lo que queda de ella- también se encuentra en la ruta conocida como Uzturreko bira. Este es otro excepcional testigo histórico que estuvo en funcionamiento a partir de mediados del siglo XIX y que revolucionó el viejo sistema de telecomunicaciones. Gracias a su puesta en marcha, un mensaje enviado desde Madrid tardaba unas dos horas en llegar a Irun. En los tiempos de WhatsApp y la comunicación instantánea puede parecer un mundo, pero significó un tremendo avance para los anticuados estándares de la época.
Al igual que ha ocurrido con los tesoros naturales que las instituciones han desempolvado en los alrededores del Uzturre, la línea telegráfica óptica ha sido felizmente recuperada. Un grupo de jóvenes pasó dos veranos consecutivos poniendo a punto la vieja torre. Una vez efectuadas las tareas de limpieza del trabajo comunal, rehabilitaron la estructura con las piedras obtenidas para tratar de darle forma al viejo torreón. Los excursionistas y mendizales que se decidan por esta vía en lugar del típico tramo por Izaskun se llevarán más de una sorpresa. Llegar a la cumbre no es siempre lo más importante.
Vuelta al pueblo
Es hora de regresar a Tolosa. Alzamos la mirada para observar el monte Uzturre, como acostumbran los tolosarras. Si no es muy tarde, tendremos tiempo de merodear por sus animados mercados. El río Oria atraviesa en zigzag el tramo urbano convirtiéndose en la principal fuente de agua del territorio guipuzcoano por longitud (75 kilómetros), cuenca y caudal. Tras una larga caminata conviene detenerse en este histórico municipio, bastión del interior, que fundó en el siglo XIII Alfonso X el Sabio, y fue pasto de las llamas en 1503. Tuvo que reconstruirse piedra a piedra. En 1844 fue declarada capital provincial, pero la aventura de la capitalidad solo duró 10 años en el contexto de los enfrentamientos entre carlistas y liberales. La balanza se inclinó a favor de los segundos y se fijó la sede de forma definitiva en Donostia-San Sebastián.