En un Madrid sitiado por el virus, la inspectora Mauri se siente abrumada por los acontecimientos por primera vez en su vida. Desde que estalló la alerta sanitaria no ha tenido un respiro y ahora debe enfrentarse a un doble crimen: una joven de 19 años llamada Carlota llama a la policía al llegar a su casa desde Alcalá de Henares y encontrar a su padre y a su madrastra asesinados a tiros. Para resolver el caso será de vital importancia el testimonio de diez jóvenes en guerra con la sociedad y su vinculación con una fiesta ilegal. Este es el hilo argumental de la última novela de los escritores Lorenzo Silva y Noemí Trujillo, La forja de una rebelde (Ed. Destino), firmada a cuatro manos. Un obra "que pretende ser un homenaje a todos los libros leídos durante el confinamiento", dicen. Es "una novela que se acerca a la pandemia, pero que no pretende hacer un análisis de la misma, aunque pueda servir como recordatorio para dentro de unos años", concluyen.
La forja de una rebelde es una novela hiperrealista que se desarrolla durante el encierro de la pandemia.La forja de una rebelde
Lorenzo Silva. La idea inicial de esta novela viene de los días del confinamiento, que es cuando se sitúa la acción. Trata de nuestra experiencia personal y de una historia que nos llegó en la mitad del confinamiento, meses en los que se seguían produciendo crímenes, e incluso se produjo un doble homicidio, que es el que nos inspiró la historia que contamos en el libro, muy de ficción y que no es ni mucho menos un trasunto real del crimen, aunque haya elementos que sí tomamos de él. En algún momento nos preguntamos si esta historia podíamos contarla fuera del contexto de la pandemia y desde el principio nos pareció que no. La novela fue concebida, desarrollada y escrita durante los meses pandémicos más duros.
Noemí Trujillo. El 14 de marzo de 2020 murió mi madre, así que tuve que enfrentarme a la desaparición de un ser querido durante el estado de alarma y a esa sensación de caos que nos inundó a todos. Para mí, como para la gente a la que le ocurrió lo mismo, fue difícil, y una forma de superarlo era pasarlo al papel. Por eso quería que estuviera en el primer capítulo. A Lorenzo le hice tres propuestas y él me las recogió enseguida. Quería homenajear a Arturo Barea en el título y en la novela [Barea, escritor español, firma una novela autobiográfica con el título La forja de un rebelde, publicada en 1941]. No quería obviar el contexto pandémico; deseaba que estuviera presente y pretendía, además, no solo contar esta doble investigación de un homicidio durante la pandemia, sino llevar a cabo un pequeño homenaje a la lectura, a todos los libros que hemos leído en esos meses y que nos han acompañado durante los duros momentos vividos.
¿Es difícil escribir a cuatro manos?
N.T. Lo hemos hecho cinco veces ya, y esta es la segunda ocasión que lo llevamos a cabo en la serie de Manuela Mauri. Para nosotros no es difícil porque nos conocemos muy bien, lo hemos hecho antes y tenemos mucha confianza el uno en el otro. Una cosa que me gusta es que en esta colaboración veo llegar a Lorenzo de otros lugares diferentes de cuando escribe solo. En su serie de Bevilacqua y Chamorro el protagonista es un hombre; en la serie de Manuela Mauri la protagonista es una mujer. Para Chamorro él ha decidido que no sea madre; por su parte Manuela, personaje que creó él en 2016, es madre de dos niños. Durante la pandemia los colegios estaban cerrados y ella tuvo que seguir con su vida, con su trabajo€. La serie le permite llegar a otros lugares distintos. Y a mí me gusta ver ese proceso en la literatura de Lorenzo.
L.S. Para escribir con otra persona tienes que tener una serie de consensos básicos y múltiples, y hay que alcanzarlos antes de escribir la primera línea. Tienes que pactar la historia, los personajes, el argumento, los giros más importantes, lo que quieres contar y porqué. Por ello, antes de escribir la primera línea pasan unos cuantos meses, pero una vez que estás en la fase de la escritura también hay otra negociación, que se basa en la confianza y en el respeto mutuos. Confianza para dejar que el otro te haga sus propuestas y respeto hacia ellas, que se traduce en que te respeten las tuyas. Por supuesto surgen discrepancias, pero al final hay que llegar a un punto de encuentro que debe trasladarse al propio texto.
¿Por qué piensan que las novelas policiacas tienen tanto éxito?
N. T. En este caso en concreto, a la hora de contar la quiebra social que ha producido la pandemia, llegó muy rápido por el canal dinámico de la poesía que se puede compartir en redes. Pero estaba prácticamente virgen en otros géneros. Sin embargo, nosotros hemos podido contarlo relativamente rápido en la novela negra. Esto demuestra que tiene un carácter muy dinámico, y en los últimos años hemos visto que permite abrazarse a otros géneros. Hemos observado la fusión de la novela negra con el mito, con la leyenda, con fenómenos paranormales. En esta serie lo que queremos es que se abrace con la literatura del siglo XX. El género de la novela negra es dinámico y flexible.
L. S. Como no solo escribo novela negra, diría que una de las cuestiones que aprecio es que en general a una narración le viene bien una cierta distancia de los hechos que estás convirtiendo en literatura. La literatura sobre el presente no es fácil de hacer y puede caer en un costumbrismo muy banal. Sin embargo, creo que la novela negra tiene una gran capacidad de explorar literariamente el presente, y como siempre tiene un argumento en el que se apoya, en este caso es la investigación criminal, eso le permite acercarse al presente y sacar un resultado más valiente y valioso para el lector. Nosotros nos hemos aproximado a la pandemia, pero no pretendemos que sea una novela donde se haga un análisis profundo de lo que ha supuesto. Sin embargo, a través de la novela policíaca sí que se puede hacer una especie de ejercicio de levantar acta y dar testimonio del efecto y dar detalles en caliente que se incorporan y puede enriquecer de manera natural una trama criminal. Todo eso ahí queda atestiguado, a lo mejor para el recuerdo que podamos tener dentro de unos años.
¿La literatura ha sido clave para sobrevivir durante los meses duros de la pandemia?
N. T. Yo tenía la intención de rendir un homenaje a los libros, porque para mí han sido muy importantes; tampoco quiero decir que lo hayan sido para todo el mundo, pero sí para mucha gente. La prueba está en que han subido mucho los índices de lectura y que las listas de ventas de libros han funcionado bien. El otro día, en una presentación me decía una lectora que los libros que había leído durante el confinamiento los tenía grabados a fuego en la memoria. Para mucha gente ha sido muy positivo. Hay otra cara B, un fenómeno curioso para analizarlo: todas esas explosiones de ira en las redes sociales. Por eso pienso que a mucha gente les han servido los libros y que a otra mucha les vendría bien un acercamiento a la lectura en lugar de otras cosas que, a lo mejor, dan un resultado negativo.
L. S. Muchos hemos encontrado que la lectura es un espacio de reparación y de civilización; en un momento de cierta ruptura y pérdida necesitábamos reparación. Además, en un momento de cierta incivilidad creo que necesitábamos civilización.
El objetivo de una novela es entretener, ¿pero buscan algo más con la suya?
N. T. Había un punto importante de dar testimonio del lado emocional de la pandemia por las situaciones complicadas que hemos vivido, también desde ese deseo de humanizar al personaje. Muchas veces los investigadores de novela negra, por distintas circunstancias, o son muy herméticos y no vemos sus sentimientos, o están todos muy centrados en la investigación criminal. Había un deseo de contar el lado humano del personaje, de ver cómo le habían afectado a ella todos los conflictos durante estos meses, que no son diferentes a los que hemos podido tener nosotros. Porque cuando se cierran los colegios, la investigadora, que tiene dos hijos en su casa, se enfrenta a la dificultad de sacar adelante su trabajo. Mucha gente se verá identificada con su problema. Hay un deseo de dar testimonio de algunas situaciones y de explorar el lado emocional. No podemos olvidar que Manuela es una persona a la que, al igual que a todos nosotros, le ha afectado lo que hemos vivido.
Además ofrecen un perfil de policía más moderna, más preparada...
L. S. Hay un fenómeno curioso. Manuela es una policía instruida y podría parecer que es una idealización por parte de los autores. Sin embargo, es la realidad. Hay un fenómeno llamativo que se está produciendo en los últimos años, y es la cantidad de policías que escriben, e incluso desarrollan una carrera literaria. Conozco a policías/escritores en todos los Cuerpos, tanto estatales como autonómicos, y lo hacen con aprovechamiento y rigor. Actualmente tenemos otro perfil en ese oficio. Y no solo les lleva a los policías a escribir, sino también les conduce en su trabajo a relacionarse con las investigaciones, con las personas. A Manuela se le nota que es una gran lectora cuando relata las situaciones del caso que investiga.
En su novela hay referencias a Agatha Christie, Julio Cortázar, Alejandro Dumas, a Moby Dick
N. T. En mis poemas hay muchas referencias intersexuales y la serie nace con ese deseo de intersexualidad. En el primer libro ya le hicimos un homenaje al Primo Levy, que es una víctima del nazismo. En este segundo, el homenaje principal es para Arturo Barea, una víctima del franquismo que tuvo que exiliarse tras la Guerra Civil española. Ya decimos que nuestro deseo es que este libro fuera un homenaje a todos los leídos en la pandemia y que nos han acompañado; queríamos aumentar el número de referencias y que no solo estuviera Barea. Por eso, a la par que él está Agatha Christie con Diez negritos, una referencia cultural que conocemos y compartimos todos y que fue el libro más vendido del siglo XX, y eso fue el mérito de una autora. Christie fue una de las pioneras en construir el personaje de una mujer investigando un misterio. Está Cortázar porque escribió en un momento muy especial, entre guerras, en el que Europa estaba devastada por las dos guerras mundiales y algunos intelectuales se vieron en la necesidad de dar testimonio de lo que había pasado. Cortázar lo hizo muy bien, porque adquirió un papel de compromiso al tiempo que puso a la literatura como juego y entretenimiento. Además, todo lector de Cortázar reconoce que lo inesperado irrumpe en lo real sin anunciarse, que es un poco lo que ha pasado en la pandemia, que llegó de forma inesperada y lo trastocó todo como si fuera un cuento de Cortázar. Y sí, también están Dumas, Moby Dick€
Comparten con su recientemente fallecido amigo Fernando Marías la idea de que escribir permite ser un psicópata improductivo.
L. S. Él lo decía muy en serio (era muy de Bilbao). No pienso que sea necesario ser un psicópata para escribir novelas negras; la verdad es que yo me considero una persona poco violenta y no le deseo el mal a nadie, al menos casi nunca. Tampoco siento la necesidad de desahogar bajos instintos. Tienes que tener imaginación y la necesidad de representar el mal no como algo ajeno, que solo les pasa a los demás, sino como algo que forma parte consustancial de la condición humana, sabiendo que en un momento determinado todos podríamos llegar a protagonizar algo malo.
¿Con qué se darían por satisfechos con su libro? ¿Qué les gustaría que les comentasen sus lectores?
L. S. Una de las cosas que nos gusta mucho a los dos, porque nos ha pasado con los otros libros, es que alguien te diga después de haber leído la novela que no conocía la obra de Primo Levy y que la iba a consultar; o que no conocía la historia de Arturo Barea y que la iba a leer. Que un libro tuyo pueda servir de conducto para lecturas tan estimulantes y enriquecedoras como las de estos dos autores te hace sentir que has servido para algo.
N. T. Me encanta cuando me comentan que el personaje de Manuela Mauri es de verdad, que se lo creen mucho, que podría ser su vecina, una amiga suya. Que le pasan cosas que podrían pasarles a ellos. Es algo que me hace especial ilusión, porque hay mucho trabajo detrás de Lorenzo y de mí para que eso pueda ser así. Cuando el lector te lo reconoce lo agradeces mucho.
Una pareja que escribe
El escritor Lorenzo Silva (Madrid, 7 de junio de 1966), es uno de los autores de novela negra más valorados en la actualidad. Tiene en su haber un buen número de galardones, entre los que se encuentran el Premio Primavera 2004, el Algaba de Ensayo, el Ojo Crítico 1998, el Nadal 2000 y el Planeta 2012. Son de su autoría obras como Niños feroces, Carta blanca, La flaqueza del bolchevique, El nombre de los nuestros y La marca del Meridiano, y cuenta con más de dos millones de lectores. Algunas de las novelas protagonizadas por Bevilacqua y Chamorro han sido adaptadas para la pequeña y la gran pantalla.
Por su parte, Noemí Trujillo (Barcelona, 1976) es autora de catorce poemarios, entre ellos Brooklyn Bridge, La Magdalena, Lejos de Valparaíso, La muchacha de los ojos tristes y Solo fue un post. Además de poesía y relato breve escribe literatura infantil y juvenil. Es autora de las novelas Suzanne y El amor tan temido.
Silva y Trujillo llevan dos décadas conviviendo juntos como pareja y La forja de una rebelde es la quinta obra que han escrito a cuatro manos. Les preceden las novelas juveniles Suad y El palacio de Petko y las novelas policíacas Nada sucio y Si esto es una mujer, primera entrega de la serie protagonizada por la inspectora de policía Manuela Mauri.