Enrique se instala en una casa familiar en La Cañada, un pueblo de Teruel, para alejarse del ritmo de la vida en la ciudad, montar un huerto colaborativo y olvidar a su exnovia. Hace yoga en el corral por las mañanas, busca quinoa en la tienda, intenta encontrar cobertura en las eras para alimentar su Instagram y monta un taller sobre nuevas masculinidades. Es como un pulpo en un garaje y se comporta como una especie de extraterrestre en el Maestrazgo o un Quijote moderno. Este podría ser el resumen para unir los dos últimos libros que ha publicado Daniel Gascón y que se han publicado bajo los títulos de Un hipster en la España vacía y La muerte de un hipster. El conoce bien los beneficios e inconvenientes de los espacios rurales reducidos, no los idealiza ni tampoco los ve con una mirada romántica.

Un hipster en la España vacía lo publicó en 2020 y ahora lanza La muerte de un hipster. ¿Es la segunda parte del libro anterior?Un hipster en la España vacía

Más que la segunda parte, es la continuación. Tienen mucho que ver, pero se puede leer de forma independiente. No es una historia de tramas, es una historia de humor. Es el mismo pueblo y el mismo personaje.

Enrique es ese personaje que sale en sus novelas sobre hipsters

Hay una parte de mí, y también una de mis amigos. Yo he vivido casi toda mi vida adulta en Zaragoza y en Madrid, y he leído mucho sobre esa idea de regreso al campo de gente que no conoce el campo.

¿Y lo conocía usted?

Sí. Mi madre es médica rural y cuando era niño viví en muchos pueblos, así que para crear a Enrique me fijé en amigos míos urbanitas que querían irse a un pueblo.

¿Cree que idealizamos esos sitios semivacíos?

A veces tenemos sobre ellos una visión un poco romántica que no se ajusta a la realidad. Además, creo que esa realidad es mucho más interesante que la visión idealizada y romántica.

¿Y cómo ve esa realidad?

Con muchas más aristas. Tú te imaginas esos pueblos en los que hay muy pocos habitantes como lugares tranquilos y pacíficos, pero cuando te acercas a ellos te encuentras con gente que tiene mucha vida y que da lo mismo que esté en un ambiente menos concurrido que en una ciudad.

Vemos lo idílico de lo rural, pero mucha gente se ha encontrado con lugares muy duros y mucho más salvajes de lo que se imaginaban.

Las contradicciones existen en todos los lugares. La ciudad te puede parecer maravillosa y bulliciosa, llena de gente, pero también puede ser un lugar de una soledad enorme. Es duro para el ambiente rural la ausencia de gente joven; hay pocas mujeres jóvenes, no hay mucho trabajo para ellas, se cierran las escuelas por falta de niños€

¿Qué recuerdos tiene de su infancia en el campo?

Algunos muy buenos, pero también es cierto que en mi infancia, una tarde de febrero en un pueblo de Teruel podía ser muy dura, muy solitaria. También pasa que, al haber menos gente, hay una situación de control enorme: todo el mundo te conoce, todo el mundo sabe lo que haces. Son elementos que hay que tener en cuenta a la hora de dejar la ciudad y cambiarla por el campo.

¿Qué se siente, más urbanita o más rural?

Soy urbanita y vivo en la ciudad. La diferencia es que conozco el ambiente rural. Me gusta, pero reconozco también aquellas cuestiones que pueden resultar complicadas. A los 15 años yo vivía en un pueblo y quería irme de allí. Ahora, con la edad, tengo una relación más apacible con el mundo rural y me parece más amigable que cuando era un adolescente y viví en localidades pequeñas.

¿Es usted un apasionado del humor?

Mucho. Me gusta el humor en mis libros y en los libros de los otros. Creo que tengo sentido del humor y me atraen mucho las personas que también lo tienen. El humor es una buena defensa en la vida, una barrera, perfecta para protegerte de ciertos aconteceres de tu existencia. El humor te ilumina y te permite ver las cosas de otra manera. Mis libros siempre lo tienen.

¿Qué es lo que le ofrece al lector desde sus libros?

Reflexiones, pero sin querer ser trascendente. A mí muchos libros me han hecho reír y me lo he pasado muy bien. Ahora lo que quiero es que mis lectores sonrían de continuo o que se rían a carcajadas si es posible.

En su vida profesional también coquetea con el mundo del guion.

Soy muy amigo de Jonás Trueba [cineasta, hijo de Fernando y hermano de David Trueba] y he trabajado con él. También he hecho guiones con otras personas. Me gusta mucho el cine, pero hay diferencias entre el guion y la literatura, porque el libro lo controlas tú de principio a final. También he trabajado en televisión como guionista, pero no de ficción.

¿Cree que le va a dedicar a Enrique una tercera novela o le deja ya tranquilo en su pueblo turolense?

No lo sé, no tengo ni idea. Es cierto que me lo paso estupendamente con él y con los personajes que hay a su alrededor. La Cañada es un pueblo que puede ser asumible en cualquier lugar y en él puedes meter cualquier historia o cualquier conflicto. Esta España vacía está en muchos lugares y los aconteceres son muy comunes. Estos dos libros son como espejos de Valle Inclán. Es una fórmula que me seduce. Este segundo libro es, además, una novela muy de la pandemia.

¿Tiene usted algo de la ingenuidad de su protagonista?

Pienso que soy menos ingenuo que él. Quizá sea un poco más cínico. Podemos coincidir en algunos temas, pero en otros no. Él se siente más 15-M que yo, pero tengo cercanía con él. No es mi hermano, siento más que es como un primo. Hay cosas de él que me irritan mucho y otras que se las compro porque me veo muy identificado. Creo que los escritores ponemos mucho de nosotros en los personajes que diseñamos; al fin y al cabo, eres tú quien da forma a ese Enrique, y es imposible no darle pinceladas similares a tu propio yo.

¿Definiría al personaje como un excéntrico?

No. Él ha querido volver a un pueblo, a una cabaña familiar, pero se siente él mismo. En los pueblos suele haber excéntricos, gente extravagante, al menos para la gente que llega con ojos de ciudad, y Enrique los acepta. Siempre se apunta a las aventuras, pero si le sale bien la aventura es a su pesar y no por méritos propios.

¿Le gustaría que se hiciera un producto audiovisual de estos dos libros?

Me encantaría porque me gustaría darles nueva vida a estos personajes. Les sobra humor para convertirse en comedia. Con el primer libro Netflix se interesó y compró una opción, aunque no sé si llegará a alguna parte, porque el mundo audiovisual siempre es complicado. Sí que los veo en el mundo audiovisual, pero lo que salga, si es que sale, siempre será algo distinto a lo que yo he escrito.

¿Mejor o peor?

Distinto, pero puede ser incluso mejor, eso nunca se sabe.

Ha escrito también ensayo. ¿En qué género se siente más cómodo?

Depende del día. Más que comodidad, lo que siento es la curiosidad por conocer algo. Me gusta más la idea de ir cambiando. Fíjate, incluso prefiero sentirme un poco incómodo. Me muevo sobre todo por lo que me apetece y por no repetirme demasiado.

PERSONAL

Nombre completo: Daniel Rodríguez Gascón.

Edad: 41 años.

Lugar de nacimiento: Zaragoza.

Formación: Licenciado en Filología Inglesa y Filología Hispánica.

Trayectoria: Traduce a autores extranjeros, es columnista (Heraldo de Aragón y El País son diarios donde su firma está o ha estado presente), y está al frente de una pequeña editorial. Ha escrito ensayo y novela. La edad del pavo (2001), El fumador pasivo (2005), La vida cotidiana (2011), Un golpe posmoderno (2018), Un hipster en la España vacía (2020) y La muerte de un hipster (2021), que es la última obra que ha lanzado.

Varios: Se ha significado como contrario al procés soberanista catalán (El golpe posmoderno es un ensayo que habla de ello), es coguionista de la película Todas las canciones hablan de mí (2010), dirigida por Jonás Trueba, y ha traducido a Christopher Hitchens, Saul Bellow, George Steiner, Mark Lilla, Sherman Alexie y V. S. Naipaul, entre otros autores.