Línea de fuego es una novela de guerra, una novela de contiendas, pero sobre todo es una historia de personajes, de hombres y de mujeres que vivieron en sus carnes las consecuencias de un conflicto bélico desde las trincheras y los frentes. La pretensión del escritor murciano era que los lectores nos olvidáramos por unas páginas los bandos y nos fijáramos solo en los seres humanos que sufrían situaciones límite, escenarios en los que la vida era más importante que las ideologías. Arturo Pérez-Reverte dice que detesta escribir y que solo lo hace porque tiene que justificar el tiempo que invierte en leer y en imaginar historias. Renuncia abiertamente a las vocaciones que se le adjudican, como la de novelista o la de corresponsal de guerra, y confiesa que abrazó el periodismo como medio que le llevaría a viajar por aquellos territorios que había soñado en negro sobre blanco. Habla con distancia de casi todo, reconoce que con el tiempo se ha vuelto más tolerante y se define como un marino que lee y que accidentalmente es también novelista.
Línea de fuego, un título que le va muy bien a su vida.Línea de fuego
Es que la vida es un lugar divertido, dinámico€
¿Es divertido estar siempre en la línea de fuego o en el ojo del huracán?
Si no te preocupas por lo de moverte por la línea de fuego la vida se convierte en divertida. Es bueno estar vivo, hacer cosas, opinar, sufrir fuego amigo y fuego enemigo. En definitiva, moverte por territorios hostiles. Cuando te limitas a quedarte en territorios seguros la vida se vuelve muy aburrida.
Y usted, ¿no se ha aburrido nunca?
Creo que no, y he puesto mucho empeño en ello. Cuando llegas a una edad como la mía tienes la vida ya hecha, la carrera hecha, 35 años de libros publicados, ya no tienes ningún problema para llegar a final de mes, tienes los hijos criados o no los tienes, y sentarte como un jubilado al sol me resultaría muy aburrido.
Y usted prefiere estar en el campo de batalla.
Elijo estar en la vida. Moverme por territorios inciertos y hostiles me mantiene vivo, despierto y joven. Me gustan la línea de fuego y el campo de batalla.
¿Siempre aventurero?
Fíjate que siempre he rechazado esa palabra, aunque desde muy jovencito viví lo que hoy llamaríamos aventuras.
¿Ser corresponsal de guerra no es una aventura?
Yo no me levanté nunca como un aventurero, para mí era un trabajo, era la vida. Hay una frase de Joseph Conrad que me gusta mucho sobre un libro suyo: Quería escribir una aventura y en realidad era la vida. La vida es una aventura. Uno se mueve, va donde cree que debe ir o donde su temperamento le lleva, y por el camino le pasan cosas. He asumido las cosas negativas y peligrosas que mi vida ponía delante, pero nunca he ido buscándolas.
¿Duele el fuego amigo?
Ya no duele ningún fuego. Duelen las deslealtades, aunque cuando eres mayor eso le pasa a cualquiera. Uno tiene una cierta tolerancia hacia la condición humana.
¿De verdad es tolerante con la condición humana?
No soy un intolerante. Es cierto que uno siempre está sometido a tensiones, a presiones, a intereses económicos y familiares, y te vuelves tolerante con las fallas humanas. Soy tolerante con la parte oscura del ser humano que todos tenemos, pero lo que más me cuesta asumir es la deslealtad. Cuando la vida te quita las grandes palabras o te deja muy poquitas estas son dignidad, valor, lealtad y poco más. Cuando esas palabras fallan se ensombrecen el día y la mirada. De todas las cosas malas que me ha puesto la vida delante, la deslealtad es lo que más me cuesta digerir.
¿Deslealtad en general?
Que alguien de los tuyos, alguien vinculado por lazos de obligación moral, familiar, de amistad o social, lo que sea, te traicione por cobardía, o por otras razones, es para mí como si el mundo se hiciera más pequeño. Por eso me gustan tanto los perros.
¿Es mayor la lealtad de un perro que la de una persona?
Los amo con pasión desaforada. Yo mataría por un perro y por muchos humanos no mataría. Los perros tienen lealtad y la lealtad es la virtud que más admiro, que más respeto y que más deseo.
Los perros son leales con quienes les dan de comer...
No solamente por eso. He tenido perros toda la vida y sé cómo se comportan. Porque les das de comer, claro; pero eres de su manada, eres su jefe de manada. Te siguen como el soldado sigue al capitán. Son solidarios con el jefe de la manada. Es complejo de explicar, pero la lealtad de los perros me enternece.
Línea de fuego es una vuelta a la Guerra Civil. ¿Hablamos de la guerra en sí, de su historia, o de las personas?Línea de fuego
Es una pregunta con trampa. La Guerra Civil está contada y muy bien contada por mucha gente de los dos bandos. Lo que no está tan bien contado es cómo vivió sus peripecias la gente en el frente de guerra, los combatientes, y desde un punto de vista no ideológico, sino humano. Lo que no he sabido encontrar y leído mucho sobre la contienda es una mirada exclusivamente humana.
Parece difícil encontrar solo la mirada humana sin rastro ideológico en cualquier guerra.
Es que cuando uno ve la guerra de lejos está todo muy claro. La guerra de los Balcanes, los malos estos, los buenos aquellos; la guerra de Nicaragua, el malo Somoza, los buenos los sandinistas€
La guerra de España€
El bando republicano, el bueno, el legítimo; el bando franquista, el malvado.
¿Pero?
Cuando te acercas a los personajes, a los seres humanos, esos criterios no valen. Las ideas no sirven para interpretarlo todo. Hay factores como valor, lealtad, coraje, solidaridad, resistencia, dignidad€ y son factores que nada tienen que ver con la ideología. Son aspectos que estaban menos tocados por la literatura. Además, hay una razón complementaria: en los últimos tiempos, como han muerto los testigos, no quedan más que las ideas. Y las ideas están siendo muy manipuladas por los políticos sin ese punto de realidad que tuvo realmente la Guerra Civil.
¿Cuál era su pretensión al escribir?
Devolver la parte humana a la Guerra Civil. Quería decirle al lector: Todo está muy bien, Franco, Euskadi, Cataluña€, pero aparte de eso, ven conmigo, métete en una trinchera, quiero que te disparen, que pases miseria, que te corran los piojos por la carne, que sientas lo que sentían tu abuelo, tu bisabuelo, recuperemos su memoria. Eso es lo que quería hacer y ahí tienes el libro.
¿Simplificamos mucho cuando creamos bandos?
La Guerra Civil tal y como la cuentan ahora fue así: Franco, dos banqueros y cuatro curas contra el pueblo español.
No parece que sea eso lo que interpreta la mayoría...
O fue España contra Euskadi o España contra Cataluña.
Eso sería simplificar la historia de una forma muy básica, ¿no cree? Estoy segura de que nos la planteamos de forma más compleja.
Créeme, es lo que muchos piensan. Y no fue así, ni mucho menos. Si la vida es un lugar muy complejo, la guerra lo es mucho más. Trazamos líneas rojas y decimos: aquí todo es bueno, allí todo es malo. Los malos no tienen ni una sola virtud y los buenos las tienen todas. Hay veces que pensamos: De los nuestros, no discutimos nada; los otros no eran ni valientes. Todo ese tipo de gilipolleces, unidas al discurso político actual y a que las generaciones actuales no han tenido una formación histórica en los colegios, ha hecho que la Historia se haya dejado de lado, que la memoria también se haya dejado.
También depende todo de cómo se haya narrado esa Guerra Civil en los libros y cómo se haya contado a los estudiantes.
Es que no hay un debate crítico. Se están asumiendo mensajes peligrosos, muy sesgados, muy parciales y sin discusión ninguna. Basta con ver las redes sociales. Línea de fuego es una novela, no un libro de Historia.
¿Y cuál es su propósito final?
Suscitar la duda. Lo que yo quiero es que cuando el lector lleve cien páginas leídas le dé igual que los personajes de los que estoy hablando sean republicanos, nacionales o nacionalistas. Nuestros abuelos no eran tan maniqueos como lo somos nosotros con la Guerra Civil. He oído discursos muy ecuánimes a gente de los dos bandos, discursos muy compresivos hacia el adversario. Eso ya no se está contando.
¿Cómo es la línea de fuego de aquí y ahora, la del siglo XXI?
El mundo actual ha entrado en una fase de disparate en todos los sentidos: la pandemia, la política española, Trump, el islamismo... Todo se ha convertido en un auténtico disparate. Estamos dentro de muchas crisis y ahora hay muchas líneas de fuego, pero cualquiera de ellas hay que abordarla considerando el factor humano.
Aunque vivimos una época en la que están primando los factores ideológicos y las necesidades económicas.
Pero eso no tiene nada que ver con el factor humano, y es terriblemente malo.
Empezamos con una pandemia sanitaria y ahora estamos metidos también en una pandemia política.
Eso ocurre en España, un país en el que todo se convierte en política, hasta el arte, la pintura, la arquitectura€ Somos como somos y convertimos en política hasta el sol y la lluvia. En ese sentido, somos un país repugnante.
¡Qué duro!
Insisto, en ese sentido, no en otros. Todo lo convertimos en arma política. No hay concepto bello, concepto noble, concepto luminoso o útil que no convirtamos en arma política.
¿Existe remedio para estos males que usted relata?
No lo sé. Además, no es asunto mío, solo soy un novelista. Tengo 68 años, el remedio no lo voy a ver. No soy un mago, solo veo el problema, la enfermedad. Soy un tipo que cuenta historias, nada más.
Hay quien dice que tenemos los políticos que nos merecemos, pero igual no merecemos a determinados miembros de la clase política.
Lo que dices es complejo. Nosotros votamos, España es una democracia, perfecta o imperfecta, pero lo es. Votamos a aquellos que creemos que se nos parecen o que se parecen a aquello en lo que creemos o pensamos.
También tuvimos a Franco 40 años€
Pero no fue por elección popular...
De acuerdo, pero estuvo 40 años y murió en la cama; tampoco se le derribó. Da la sensación de que los políticos demócratas y los tiranos son paracaidistas que vienen del cielo, que no están en la Tierra. No, salen de nosotros mismos. Los votamos, e incluso les apoyamos con nuestros silencios. Pienso que somos cómplices de todo lo que está ocurriendo. A menudo, sí que tenemos lo que nos merecemos.
¿Resignación?
No, realidad. Cuando era joven creía que el mundo tenía cosas que no se merecía.
¿Idealismo frente a realidad?
Puede ser. Lo que yo pensaba de joven quizá pudiera aplicarse de forma más personal. Hay personas que no se merecen lo que tienen, pero como conjunto, como entramado de voluntades colectivas, y no hablo de España, hablo en general, el mundo tiene lo que debe tener. No sé si se lo merece, pero es lo que quiere tener.
¿Sigue considerándose un lector que escribe?
Podría no escribir novelas y sería feliz. Navegar y leer son mis pasiones. Lo que me gusta es imaginar historias y detesto el acto de escribir, me parece de lo más desagradable.
Pues lleva 35 años viviendo de un acto que detesta...
Es que me gusta mucho imaginar, leer, pensar, y para justificar el tiempo que dedico a estas cosas que me gustan, necesito escribir la novela y que se venda. Para mí, escribir es un acto secundario. Escribir es la consecuencia de una vida lectora, pero yo nunca quise ser novelista.
¿Entonces?
Soy un novelista tardío. Empecé con treinta y tantos años. Fui leyendo, leyendo€ tuve que buscar una salida, y esa salida fue escribir novelas. Pero paradójicamente nunca tuve vocación de escritor.
¿Y cuál era su vocación?
Siempre digo que soy un marino lector que accidentalmente escribe. Sobre todo soy marino.
Pero eligió el periodismo€
Pues tampoco tenía vocación de periodista. Yo quería viajar, quería moverme, quería irme, y para marcharme podía haber elegido muchos caminos, pero el periodismo era uno bueno. Quería confirmar si los libros que había leído eran reales o no.
¿Y lo confirmó?
Sí. Fui parte de ese mundo y a la vuelta de ese viaje escribo novelas. El periodismo fue un medio, una mera herramienta, un mero instrumento.
¿Qué libro le cambió la vida?
Como escritor, La tabla de Flandes. Había hecho El maestro de esgrima, después de El húsar. Escribí La tabla de Flandes y me fui a la Guerra del Golfo. Volví, ese libro se había convertido en un best seller y me di cuenta de que ganaba dinero con él. Aún así estuve varios años más como periodista.
PERSONAL
Edad: 68 años (25 de noviembre de 1951).
Lugar de nacimiento: Cartagena (Murcia).
Formación: Licenciado en Ciencias de la Información.
Trayectoria: Ejerció durante 21 años como reportero de guerra. En 1994 abandonó el reporterismo tras entrar en conflicto con RTVE. Su relación con la cadena pública la dejó narrada en un libro titulado Territorio comanche. Como corresponsal de guerra recorrió Chipre, Líbano, Eritrea, el Sahara, las Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Libia, Sudán, Mozambique, Angola, el Golfo Pérsico, Croacia y Bosnia, entre otros lugares y países. Ha publicado 22 novelas.
Novelas: Dentro de su extensa producción destacan títulos como El húsar, El maestro de esgrima, La tabla de Flandes, El club Dumas, La piel del tambor, La carta esférica, La reina del Sur, Ojos azules, Hombres buenos, Los perros duros no bailan o Sidi. Su último lanzamiento es Línea de fuego. A estos títulos hay que sumar los siete de la saga Alatriste. Muchos de estos títulos han sido trasladados al cine o la televisión.