Desde hace 68 años, los entornos rurales más llamativos de Euskal Herria, ya sea en las faldas de los imponentes macizos de Aizkorri y Aratz, entre las provincias de Álava y Gipuzkoa, o en las de la morada de Mari, Anboto, en las tierras vizcaínas del Duranguesado, por citar alguno, se han convertido en punto de encuentro de pastores, perros y ovejas.
En imágenes: Fidel Alonso y Lis, un tándem perfecto en Ayala
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Desde hace 68 años, los entornos rurales más llamativos de Euskal Herria, ya sea en las faldas de los imponentes macizos de Aizkorri y Aratz, entre las provincias de Álava y Gipuzkoa, o en las de la morada de Mari, Anboto, en las tierras vizcaínas del Duranguesado, por citar alguno, se han convertido en punto de encuentro de pastores, perros y ovejas.
En imágenes: Fidel Alonso y Lis, un tándem perfecto en Ayala
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Desde hace 68 años, los entornos rurales más llamativos de Euskal Herria, ya sea en las faldas de los imponentes macizos de Aizkorri y Aratz, entre las provincias de Álava y Gipuzkoa, o en las de la morada de Mari, Anboto, en las tierras vizcaínas del Duranguesado, por citar alguno, se han convertido en punto de encuentro de pastores, perros y ovejas.
En imágenes: Fidel Alonso y Lis, un tándem perfecto en Ayala
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Desde hace 68 años, los entornos rurales más llamativos de Euskal Herria, ya sea en las faldas de los imponentes macizos de Aizkorri y Aratz, entre las provincias de Álava y Gipuzkoa, o en las de la morada de Mari, Anboto, en las tierras vizcaínas del Duranguesado, por citar alguno, se han convertido en punto de encuentro de pastores, perros y ovejas.
En imágenes: Fidel Alonso y Lis, un tándem perfecto en Ayala
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Desde hace 68 años, los entornos rurales más llamativos de Euskal Herria, ya sea en las faldas de los imponentes macizos de Aizkorri y Aratz, entre las provincias de Álava y Gipuzkoa, o en las de la morada de Mari, Anboto, en las tierras vizcaínas del Duranguesado, por citar alguno, se han convertido en punto de encuentro de pastores, perros y ovejas.
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Desde hace 68 años, los entornos rurales más llamativos de Euskal Herria, ya sea en las faldas de los imponentes macizos de Aizkorri y Aratz, entre las provincias de Álava y Gipuzkoa, o en las de la morada de Mari, Anboto, en las tierras vizcaínas del Duranguesado, por citar alguno, se han convertido en punto de encuentro de pastores, perros y ovejas.
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Desde hace 68 años, los entornos rurales más llamativos de Euskal Herria, ya sea en las faldas de los imponentes macizos de Aizkorri y Aratz, entre las provincias de Álava y Gipuzkoa, o en las de la morada de Mari, Anboto, en las tierras vizcaínas del Duranguesado, por citar alguno, se han convertido en punto de encuentro de pastores, perros y ovejas.
Desde hace 68 años, los entornos rurales más llamativos de Euskal Herria, ya sea en las faldas de los imponentes macizos de Aizkorri y Aratz, entre las provincias de Álava y Gipuzkoa, o en las de la morada de Mari, Anboto, en las tierras vizcaínas del Duranguesado, por citar alguno, se han convertido en punto de encuentro de pastores, perros y ovejas.