¿Qué hacen dos ministros y un director de un corto en Los Ángeles antes de la ceremonia de los premios de Hollywood? La respuesta está en Un Oscar para Óscar, obra protagonizada por Jon Plazaola, el vitoriano Gorka Aguinagalde, Rebeca Sala y Mara Guil, que se podrá ver hoy (22.00 horas) y mañana (19.30 y 22.00) en el Principal.
Cine, televisión, teatro..., ¿de dónde saca tiempo para llegar a todo?
Cuando uno está haciendo lo que más le gusta y lo que quiere es capaz de sacar tiempo hasta de un día llamado córcoles, entre el martes y miércoles (risas). Me encanta hacer de todo, no puedo elegir, es como si quieres más a la ama o al aita. De cada formato me gustan más unas cosas que otras, pero de todo saco algo positivo. La excusa ahora para volver a Vitoria es esta obra, con la que llevamos un año girando. Es un montaje muy divertido para verlo pero también para disfrutarlo desde dentro.
Pero tiene que ser un poco complicado desembarcar en una ciudad que justo está empezando sus fiestas. O no es así.
Puede, pero tenemos de nuestra parte al Cicerone perfecto, que es Gorka. Con él he estado en el Azkena mil veces, en La Blanca también y ya llevo el terreno preparado (risas). Siempre que actuamos por Euskal Herria, a mí me hace especial ilusión. Este agosto vamos a estar tanto en Vitoria como en Donostia y me apetece mucho, sobre todo por ser fechas tan señaladas. Además, a las fiestas de Gasteiz les tengo un cariño especial. Los gasteiztarras, por lo menos los que yo conozco, sois muy fiesteros y es una gozada ir.
¿El personal está más predispuesto a reír en estas fechas, a entrar más directo a la obra?
Sí repercute, claro. Las fiestas suelen hacer que estés con mejor humor para cualquier cosa. Seguro que el público nos va a ayudar muchísimo y eso nosotros lo percibimos e intentamos recoger esa energía del público.
Sobre las tablas, la obra lleva a los espectadores a Los Ángeles para contar una situación, digamos, un tanto surrealista.
La verdad es que Mario Hernández, que es el autor y el director de la obra, ha acertado de pleno. Tiene un humor muy particular. Esta obra tiene su dosis de humor y también de ternura. Asimismo tiene su lado de sátira y denuncia hacia clase política a la que vemos día a día pelearse sin que nosotros recibamos nada de lo que nos han prometido. Gorka hace de ministro de Cultura y Mara de ministra de Hacienda. Ambos acompañan a Óscar, que es un director al que doy vida yo y que está nominado a mejor cortometraje en los premios Oscar. Es continuamente despreciado por esa nominación, él asiste, como nos pasa a todos los ciudadanos, a una pelea de gallos continua entre los ministros que hace que no se centren en lo que de verdad importa. Es verdad que todos los personajes son muy miserables en esta obra menos al que da vida Rebeca. Pero de ella no podemos contar mucho para no destripar el argumento.
Una obra para reír pero también para reflexionar.
A lo mejor, la pregunta que deberíamos hacernos todos es ¿cuándo ha sido más importante ganar que enamorarse? Es una reflexión sobre cuánto tiempo pasamos buscando nuestros objetivos olvidándonos de vivir el presente.
En una comedia como esta, ¿lo fundamental es el ritmo, los giros que tiene la historia...?
Es la suma de todo. Hay momentos de chiste que es la comedia pura, la matemática del humor. Y como te desplaces medio centímetro para atrás o hacia delante, malo. Además, las situaciones que vienen del texto ya de por sí son muy divertidas y disparatadas, haciendo que el público rompa a carcajadas. Hay instantes en la obra en los que escuchas un silencio absoluto por parte del público que es bonito de recibir porque eso significa que los espectadores están muy metidos en la historia.
No sé yo si los políticos tienen mucho sentido del humor...
Ya, ya. Deberíamos hacer que ellos se acerquen más a la comedia para comprender qué es el humor. La comedia es más que un género, es una manera de mirar la vida y una actitud delante de ella. A ellos les iría mejor si aprendiesen a reírse de sí mismos.
No es cuestión de desvelar si Óscar gana el Oscar, ¿pero se vería en esa situación?
Es algo que veo como tan, tan marciano y tan lejano, que es impensable. Te sonará a tópico, pero el verdadero premio es seguir trabajando. A mí, de repente, alguien me enfocó, decidió que era la persona adecuada para un proyecto en concreto, aquello me dio mucha popularidad y fue una auténtica suerte. A raíz de eso, luego han venido otras propuestas y, además, he podido generar mi propio trabajo a través de La Mandanga, que coproduce esta obra junto a Txalo. Eso es un auténtico privilegio. En la productora, eso sí, tenemos que hacer de todo y ahí es cuando te das cuenta de lo que cuestan las cosas. Eso me lo ha dado el ser protagonista de una serie de éxito durante cinco temporadas. Mi Oscar es ese. E intento sacarle brillo todos los días.
En el teatro no se puede observar mientras actúa pero sí en ‘Allí abajo’ o en la película ‘La pequeña Suiza’. ¿Se suele ver?
Sí. Bueno, con las series en las que he participado, ahora que repiten varias, no porque sería regodearme mucho (risas). Pero es importante verse e intentar mantener un espíritu lo más objetivo y crítico posible. Sin pasarte, claro, porque hay gente que de verse, se autolesiona. Soy exigente conmigo mismo, pero siempre intento mantener una especie de cordura.
Por cierto, Gorka Aguinagalde y usted son buenos amigos. ¿Alguna vez han tenido una conversación seria o es imposible?
Sí, sí. Soy un tipo al que le gusta el cachondeo muchísimo pero de mi aita recibí que hay que saber cuándo hay que estar de risas y cuándo hay que ponerse serios o el mono de trabajo, por así decirlo.