El accidente que en la madrugada del pasado sábado se cobró la vida de los jóvenes vitorianos Cristian, de 21 años, e Izaro, de 18; ha arrojado luz y ha puesto el foco sobre un fenómeno clandestino y nocturno que pervive en la capital alavesa y en diversos puntos del territorio desde hace al menos veinte años y que los cuerpos policiales se ven incapaces de frenar.
Imagenes de archivo de carreras ilegales en el Buesa
JESÚS ANDRADE
El accidente que en la madrugada del pasado sábado se cobró la vida de los jóvenes vitorianos Cristian, de 21 años, e Izaro, de 18; ha arrojado luz y ha puesto el foco sobre un fenómeno clandestino y nocturno que pervive en la capital alavesa y en diversos puntos del territorio desde hace al menos veinte años y que los cuerpos policiales se ven incapaces de frenar.
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El accidente que en la madrugada del pasado sábado se cobró la vida de los jóvenes vitorianos Cristian, de 21 años, e Izaro, de 18; ha arrojado luz y ha puesto el foco sobre un fenómeno clandestino y nocturno que pervive en la capital alavesa y en diversos puntos del territorio desde hace al menos veinte años y que los cuerpos policiales se ven incapaces de frenar.
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El accidente que en la madrugada del pasado sábado se cobró la vida de los jóvenes vitorianos Cristian, de 21 años, e Izaro, de 18; ha arrojado luz y ha puesto el foco sobre un fenómeno clandestino y nocturno que pervive en la capital alavesa y en diversos puntos del territorio desde hace al menos veinte años y que los cuerpos policiales se ven incapaces de frenar.
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El accidente que en la madrugada del pasado sábado se cobró la vida de los jóvenes vitorianos Cristian, de 21 años, e Izaro, de 18; ha arrojado luz y ha puesto el foco sobre un fenómeno clandestino y nocturno que pervive en la capital alavesa y en diversos puntos del territorio desde hace al menos veinte años y que los cuerpos policiales se ven incapaces de frenar.
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El accidente que en la madrugada del pasado sábado se cobró la vida de los jóvenes vitorianos Cristian, de 21 años, e Izaro, de 18; ha arrojado luz y ha puesto el foco sobre un fenómeno clandestino y nocturno que pervive en la capital alavesa y en diversos puntos del territorio desde hace al menos veinte años y que los cuerpos policiales se ven incapaces de frenar.