No es la mayor captación de voto de la ultraderecha en Francia, pero el resultado de la primera vuelta electoral legislativa sí muestra la primera victoria del partido de Marine Le Pen. Hace dos años, la líder ultra ya cosechó más de un 41% del voto en la segunda vuelta presidencial pero el resultado del domingo señala que el éxito cosechado en las recientes elecciones europeas no es un mero mecanismo de protesta y vuelve a manifestarse a la hora de configurar la Asamblea Nacional. En el pasado, la reacción del votante francés en la segunda vuelta ha contenido siempre el crecimiento del enfoque ultranacional, xenófobo y centralista del partido “hereditario” de Le Pen –desde el Frente Nacional de Jean-Marie a su rebautizo como Agrupación Nacional por su hija, Marine–. Pero, en esta ocasión, los indicios son preocupantes en tanto consolidan un discurso en el que los principios del humanismo republicano en torno a la igualdad, libertad y fraternidad quedan ajados. Este hecho obliga no solo a impedir el crecimiento mediante una concentración del voto contra los candidatos ultras, como ha ocurrido en el pasado y se propone también ahora. La política en democracia debe ir más allá y reorientarse porque ya no bastan la gestión del bienestar y la garantía de estabilidad del sistema. La insatisfacción ciudadana en las democracias maduras viene asociada a expectativas que están mirando a la función pública con perspectiva de cliente y no de servicio. Medran los discursos populistas en tanto la política no halla respuestas a la percepción de inestabilidad, a la preocupación por la merma de calidad de vida. Se consolidan discursos antiinmigración por la carencia de una política migratoria eficiente; se extiende la sensación de inseguridad económica en momentos de crisis y de desorden cuando los debates se visibilizan en términos de coerción y conflicto –sea desde quienes pilotan demandas sociales y las proyectan en las calles o desde quienes las reprimen–. Las respuestas dogmáticas e ideologizadas desprestigian la democracia liberal pero no aportan soluciones ni encuentros y así medra la radicalidad. Mirando a Iparralde, la reacción del voto se ha producido ya y ha contenido el avance ultraderechista, pero está demasiado reciente su triunfo en las europeas. Consolidar esa reacción pasa por hacer política hacia el consenso.