Geert Wilders liderará con su Partido de la Libertad el próximo Ejecutivo de Países Bajos merced a un acuerdo con otras tres fuerzas de derecha, que convierte en compromisos de gobierno los eslóganes de su tradicional discurso populista. Wilders ha alcanzado el Gobierno desde la provocación, el señalamiento de minorías –es notable su persistente islamofobia–, una agitación xenófoba o la negación de los problemas ambientales. Su discurso ha calado y la amenaza de deterioro de la convivencia trasciende al marco local. Es todo un aviso a la futura evolución de la Unión Europea el modo en que se consolidan abiertamente propuestas contrarias a sus principios. El propio Wilders es un reconocido antieuropeísta que ha abogado por sacar a su país de la Unión y que ahora incorpora a su programa de gobierno la obtención de exenciones de las políticas comunes en materia de asilo y objetivos de sostenibilidad ambiental, entre otros. La Europa a la carta que propugna el populismo acabará reduciendo el proyecto compartido en un mero espacio de libre mercado. Hoy se propugna la suspensión de facto del derecho humanitario internacional negando el principio de asilo y con vistas a mañana se articulan ya propuestas que incidirán en la desigualdad laboral con la excusa de la movilidad. Las cesiones en los principios de convivencia, de los que se dotó el proyecto de construcción europea, desnaturalizará al mismo. Esa fórmula de exenciones, que en su momento no impidió el brexit ni en el futuro garantizaría la permanencia de otro Estado miembro, como sería el caso de Países Bajos, lo que sí supone es una puerta abierta al incumplimiento de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea mediante el desarrollo de legislación interna de los socios contraria a ella. Las bases del gobierno de Wilders no son una anécdota ni una excepción. Contienen los elementos esgrimidos por los populismos que crecen en Europa y que presionan a las instituciones comunes hacia la ruptura de su dinámica de cohesión. Es un antieuropeísmo disfrazado de derechos y libertades que divide y enfrenta a la sociedad y que gana terreno mientras las corrientes del pensamiento político clásico se atascan o ceden a la simplicidad de su discurso en lugar de hacer pedagogía de la complejidad de los retos.