a consternación que sigue a otro episodio sangriento en una escuela de Estados Unidos trasciende al ámbito de la propia sociedad norteamericana y produce a la vez sensaciones encontradas de catarsis y empatía. Catarsis por la percepción que en Europa de un problema que corremos el riesgo de considerar ajeno por el mero hecho de que aquí no exista la accesibilidad irresponsable a armas de fuego en la misma dimensión. Su consideración allí como un derecho es una tradición que parte de la propia idiosincrasia social del país, por parte de una determinada sensibilidad sociopolítica y su percepción de la realidad, alimentada por un modelo social poco proclive a la cooperación, que exalta una competitividad malsana, un individualismo y una protección de las convicciones propias como algo ajeno al colectivo y en el que el rechazo al ejercicio de la fuerza se considera sinónimo de debilidad en cierto discurso populista. E inevitablemente mueve también a la empatía porque el dolor infligido, cuando además tiene mayoritariamente como víctimas a niñas y niños de entre 8 y 10 años, es desgarrador e imposible de obviar. Pero, más allá de la mera pugna ideológica que subyace en la proliferación de armas para uso personal y de la resistencia febril a su control, está la voluntad de mantener la dimensión de un negocio que ha conformado uno de los lobbies más poderosos que se pueda imaginar: el del sector del armamento. Una estructura de poder sin control de estamentos democráticos pero que incide sobre ellos en beneficio propio con inversión en liderazgo político, en marketing de comunicación y que asienta percepciones que favorecen su negocio. Pero el suceso de Texas trasciende esta batalla que la convivencia sigue perdiendo en Estados Unidos. El asesino sobrevenido es un adolescente con una experiencia infantil difícil, bajo tutela de sus abuelos por la desestructuración familiar de sus padres, acosado y sometido a bullying en un entorno que ha sido hostil para él, le ha perseguido sin que saltaran alertas. Valores ulcerados por estereotipos que se ceban en el débil . Una crisis social en toda regla que es preciso analizar en profundidad y no caer en la liberadora sensación de que todo el problema, se reduce a disponer de armas, por lamentable que esto sea. l