En nuestro pequeño caminar por la vida, siempre buscamos momentos que creemos son históricos. La mayoría de las veces esos 'hechos históricos', para cada uno de nosotros y nosotras, no son más que gotas de agua en el océano, pero pensamos que influyen absolutamente en todo el mundo; mejor dicho, en todo nuestro mundo ya que el resto nos da bastante igual.

Sin embargo, sí que se hablará y escribirá sobre la primera pandemia mundial 2019-202X como un hito con sus cifras y consecuencias humanas. Pero esta dura realidad que todavía estamos sufriendo, está eclipsando una verdadera tragedia planetaria que afecta, ya no sólo al ser humano, sino a todos los seres vivos que compartimos vida en la Tierra. La catástrofe del cambio climático avanza sigilosamente autodestruyendo el equilibrio natural conseguido en los últimos milenios, como si de un maléfico cáncer ser tratara.

Es muy cierto que nuestro planeta ya ha sufrido cambios climáticos a lo largo de su -para nosotros- casi infinita vida. Salvo la caída de aquel meteorito que destruyó todo y dio paso a otra forma de vida, los cambios nunca han sido tan rápidos como el que estamos sufriendo en estos momentos.

El gran reto medioambiental que nos debemos plantear como civilización en este siglo XXI es arreglar todo lo que durante los siglos del XVIII al XX hemos destruido y modificado a nuestro antojo. Analizando nuestro comportamiento a lo largo de esta pandemia, no puedo ser menos optimista ante este gran reto que es ralentizar el imparable cambio climático.

De la pandemia del Covid-19 no hemos salido reforzados como sociedad, como grupo, como humanos solidarios. Hemos salido más individualistas que nunca. Nos hemos preocupado de nosotros y nosotras, de nuestros familiares y amistades, pero si un vecino se contagiaba preferíamos que no cogiera el ascensor, si alguien estornudaba pasábamos al lado sin respirar ni mirarle a su enmascarada cara, si alguien se nos acercaba, huíamos y buscábamos nuestro espacio vital... todo, absolutamente todo lo que hemos hecho ha sido bañarnos en el egoísmo infinito de que no nos pase nada a mi y a los míos. Como siempre los sociólogos al generalizar cometemos la injusticia de tapar aquellas personas que lo dan todo por ayudar y mitigar el dolor de los demás, pero por desgracia no han sido muchos, aunque su luz es absolutamente reconfortante y un de superlativo ejemplo.

Por este motivo, me da miedo pensar cómo vamos a afrontar los lentos cambios de clima que nos vienen encima, ¿cómo vamos a aceptar la migración de millones de personas que se tienen que trasladar a otras zonas del mundo?, ¿cómo vamos a soportar sequías, inundaciones, huracanes, mareas vivísimas donde nunca se han dado?, ¿cómo vamos a aceptar que ya no tenemos lo que teníamos?, ¿cómo...?

Sin duda el egoísmo sólo nos llevara al inhumanismo y me temo que es y será, al igual que con la pandemia nuestra primera opción. Por ello desde las Fundaciones Vital nos hemos comprometidos de forma definitiva con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sobre todo con el 'ODS 15, Vida del Ecosistema Terrestre', donde ponemos toda nuestra acción para que desde el punto de vista humano y ambiental seamos sostenibles. Ahí nos encontrareis.