Por segundo mes consecutivo, los precios añadieron presión en agosto a las familias vascas. El encarecimiento de los carburantes y, en menor medida, de la hostelería por la campaña turística han impulsado el IPC hasta el 2,7%. Nada que ver con el 10,3% de hace un año, pero con el rebote del verano se pone de manifiesto que la inflación está lejos de estar controlada.
El Instituto Nacional de Estadística ha hecho públicos esta mañana los datos desarrollados del IPC de agosto. El avance hace unas semanas de la evolución del Estado ya adelantó un repunte significativo de los precios. Algo esperado por el habitual calentamiento de los servicios turísticos, pero que además ha contado con el empuje de las gasolinas, que están en máximos del año y que seguirán añadiendo tensión a corto plazo.
Respecto a julio, los precios subieron cinco décimas en agosto. Los protagonistas principales del incremento fueron la gasolina y el gasóleo, que elevaron un 2,7% los precios del transporte. Sin embargo, en el balance del año destaca la alimentación, que se encareció un 10% interanual a pesar del recorte del IVA en la cesta de la compra básica.
Volviendo a la evolución mensual, el comportamiento de los precios fue en general plano. Solo el transporte y el ocio y la cultura (1,1) registraron incrementos significativos. La alimentación creció cuatro décimas y no tuvieron variación (0,0%) el resto de los grupos de consumo, incluido restaurantes y hoteles, que en estas fechas tienden a subir las tarifas por la llegada de turistas.
Bizkaia y Gipuzkoa, a la cabeza
Las diferencias por territorios son notables. Así, mientras Gipuzkoa (2,9%) y Bizkaia (2,8) rondan el 3% interanual. Araba, con un 2,2%, está ya cerca del objetivo del 2%, el ritmo de crecimiento de la inflación óptimo para el conjunto de la eurozona. El motivo de esa evolución más positiva de los precios alaveses es un mayor descenso de los precios del vestido y el calzado. En cambio, los tres territorios están cerca del 10% en alimentación.
El IPC vasco de agosto ahonda en el desajuste entre las subidas salariales que se están acordando en las empresas este año (5%) y la inflación acumulada en el último año y medio. Sin olvidar que hay también trabajadores que no han tenido incrementos en sus nóminas en ese periodo.