Hay, y siempre ha existido, desde que el mundo es mundo, la necesidad de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. Y, precisamente entre esas reclamas siempre ha estado la reducción de las horas de trabajo. También de ello habla la introducción de la Orden ICT/1238/2022, de 9 de diciembre, por la que se establecen las bases reguladoras de subvenciones para el impulso de la mejora de la productividad en pequeñas y medianas empresas industriales a través de proyectos piloto de reducción de la jornada laboral publicada en el BOE. 

Esta recuerda, a fin y al cabo, cómo “a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, las jornadas laborales de 12 y 14 horas eran consideradas normales. El camino hacia la reducción de la jornada laboral no fue un camino fácil. Fue una conquista de los trabajadores y trabajadoras tras muchos esfuerzos y movilizaciones. En España, fue en 1919 cuando, tras una intensa huelga, se aprobó la jornada laboral máxima de 8 horas que hoy hemos normalizado”. 

En ese sentido reflexiona también el profesor de Economía de la UPV/EHU Jon Bernat Zubiri, que explica que “la reducción del tiempo de trabajo es una reivindicación histórica, casi diríamos fundacional, del movimiento obrero”. Aunque hay países en los que esto todavía no se ha conseguido. Porque incluso este es también un debate que se produce de manera desigual dependiendo de en qué países se dé. 

“Ahora el nuevo gobierno en Chile tiene en su agenda hacer una reducción de jornada de 8 horas diarias, seis días a la semana, una jornada laboral de 48 horas semanales”, explica Bernat. El debate de reducir la jornada a 4 días a la semana o 32 horas a la semana, efectivamente, se inserta “dentro de un debate que es consustancial a la evolución de la economía capitalista, que es que hace falta una reducción de la jornada permanente en términos de que las mejoras de productividad sean repartidas a la parte trabajadora en tiempo libre para vivir”, añade el economista. 

Y precisamente es ahí donde entra la prueba piloto que ha puesto en marcha el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, que bonificará a las pequeñas y medianas empresas que realicen una reducción de la jornada de trabajo, sin reducir, eso sí, el salario percibido por sus trabajadores. 

Pero, ¿cuáles son las claves para que este modelo funcione? Para Bernat, hay que tener en cuenta el estado actual de la economía, la productividad, el nivel de paro y un elemento muy importante, “que la reducción del tiempo de trabajo es sobre todo una reivindicación feminista, en el sentido de que cuando el feminismo ya desde los años 70 habla del reparto igualitario entre hombres y mujeres del trabajo de cuidados, el tiempo que se trabaja para el mercado por un sueldo es una pieza clave de las posibilidades del reparto igualitario del trabajo de cuidados en los hogares; que no por casualidad, de las millones de horas extras a la semana que se hacen en España hay una parte importante que se remunera y una muy importante que no se remunera, pero en ambos casos la prevalencia de los hombres es notable”, reflexiona, al tiempo que añade ese es otro debate, el de la limitación y control de las horas extra.

Trabajo de cuidados

Y es que, en ese sentido recuerda que la reducción del tiempo de trabajo es una condición sine qua non para que pueda haber un reparto igualitario del trabajo de cuidados. “Porque, precisamente, que las mujeres tengan jornadas laborales remuneradas más cortas y los hombres jornadas laborales remuneradas más largas, condiciona mucho la cuestión doméstica de cómo se organizan los cuidados”.

Pero, ¿este debate está encima de la mesa más allá de la prueba piloto? La reducción de la jornada, efectivamente, está en la agenda de algunos partidos y sindicatos. Sin embargo, “el PSOE no tiene ahora mismo en su agenda una reducción de la jornada para todo el mundo”. Aunque hay varias condiciones para que esta sea efectivamente una medida de avance social. “Una de ellas es que no sea una medida de flexibilización en el sentido de que la jornada vaya acompañada de una mayor capacidad de hacer horas extra”. 

Ahí, asegura el profesor de economía, el PSOE sí tiene en su agenda un mejor control y limitación de las horas extra. “Las horas extra en España son un problema muy grave. Son en torno a seis millones de horas extra semanales, lo equivalente a docenas de miles de puestos de trabajo. Una reducción de la jornada debe ir acompañada de una limitación de las horas extra, un mejor control de las no pagadas, y una limitación a nivel general y de cada sector”. Así, la reducción de la jornada laboral podría traducirse en “nuevas contrataciones”. 

Medidas

Pero, ¿el Estado está preparado para esta reducción de 4 días a la semana o 32 horas semanales? En Euskal Herria ya hay medidas de reducción de jornada en el sector público. “Yo creo que la economía vasca y navarra son precisamente, dentro del marco estatal, aquellas en las que se dan mejores condiciones para una reducción generalizada de la jornada”, asegura Bernat. En el caso español, donde la economía no es tan industrial como en los casos vasco y navarro, sí cree que se dan unas condiciones de posibilidad a nivel político, porque “el Gobierno de izquierdas introduce este debate, concretamente ahora con las experiencias piloto que para mi gusto es un camino un poco largo de recorrer, y también se espera una ley de usos del tiempo. No dejan de ser pasos intermedios hacia un objetivo último que es implantar a nivel sectorial como poco y a nivel general en su marco idóneo, una reducción de la jornada que sea para todo el mundo”, asegura. 

 Y, ¿dónde sería más fácil implementar esta reducción de tiempo de trabajo? Según Bernat, sería más fácil en el sector público que en el privado, porque la reducción del tiempo de trabajo tiene mejoras para los trabajadores, pero también para el sector público. “Con la profesora Castrillón, nosotros calculamos que básicamente casi dos tercios del coste que tiene la reducción de tiempo de trabajo en términos de nuevas contrataciones lo recibe el sector público en términos de ingresos fiscales. Claro, cuando el empresario es el sector público, como es el que recibe directamente esos ingresos fiscales, la reducción del tiempo de trabajo se podría decir que prácticamente se autofinancia”. 

El problema, en ese sentido, se da más en el sector privado. Y es que a pesar de que hay sectores como la industria, o las tecnológicas, en las que se supone que es más fácil, hay otros como el de servicios -por ejemplo, la hostelería o el comercio-, donde la reducción del tiempo de trabajo “es viable dentro de un marco de planificación pública del mismo. La reducción del tiempo, si se organiza bien, se autofinancia, pero no es inmediata”. 

Nuevos empleos

En este aspecto, Bernat introduce la idea de que “en realidad lo importante es que se distribuyan los costes, y que el sector público incentive, ayude, a las empresas privadas a reducir el tiempo de trabajo ayudándoles a pagar los nuevos sueldos y los nuevos costes que tiene la medida, de forma que esto se pueda experimentar en todos los sectores de actividad”. 

Porque, ¿esto aumentaría la contratación? En los sectores en los que es más fácil teletrabajar y se trabaja más por objetivos, ya adelantan que no se esperan grandes contrataciones. “Pero esos sectores equivalen a un tercio de las personas. Hay como dos tercios -construcción, industria, comercio-, grandes actividades presenciales, en los que se esperan grandes contrataciones fruto de la reducción del tiempo de trabajo. Esto no es automático, pero en esas actividades de corte más presencial se podría llegar a contratar hasta la mitad del tiempo de trabajo liberado en nuevas contrataciones”, afirma. 

Y es que reflexiona que a los trabajadores no hay que convencerles siempre y cuando no se les reduzca el salario. Y para convencer al empresariado añade que hay un “gran argumento”, que es que menos tiempo de trabajo genera más tiempo para vivir, y menos tiempo de trabajo genera nuevas contrataciones, lo que en ambos casos genera “potencialidades” para las empresas. 

Ecologismo

En estos momentos existe incluso una plataforma internacional que defiende la jornada de cuatro días, una red especialmente arraigada en los países anglosajones pero con cierta implantación también en el Estado español con las diferentes iniciativas que están surgiendo. “Hay un debate sobre si reducir días u horas al día. La plataforma tiene una posición clara, que es mejor trabajar un día menos, que tiene unas ventajas a nivel ecológico, porque es un día menos de desplazamientos al trabajo”, añade Bernat. Y la reivindicación de menos horas al día es más feminista, reflexiona, porque los trabajos de cuidados son diarios. En definitiva, “el movimiento feminista reivindica más la reducción diaria, y el ecologista reivindica más la reducción de un día”. 

Pero, ¿cuánto nos costaría hacer efectiva esta reducción? Bernat explica que el coste dependería de los salarios, el nivel de empleo y la composición de ese sector. En cualquier caso, para la economía vasco-navarra “haría falta una medida de tipo sindical y patronal de acuerdo territorial para el empleo y por la reducción del tiempo de trabajo, que no está en la agenda ahora mismo pero los sindicatos lo reivindican. Y Mikel Delafuente siempre dice que la reducción del tiempo de trabajo es la forma más barata de reorganizar el tiempo de trabajo y el mundo de la empresa, mejorar el reparto no sexista del trabajo de cuidados, hacer algo de hueco para crear nuevos empleos...”. 

Finalmente, cabe preguntarse si sería esta reducción efectiva a corto plazo. Para Bernat la respuesta es sí. Según él, “llevamos ya varias décadas de acumulación de mejoras que van a la parte de los empresarios y la parte salarial no se ve tan beneficiada de estas mejoras productivas”. Es por eso que asegura que la reducción del tiempo de trabajo es una medida que en el corto de plazo sería sobre todo “una buena forma de repartir renta”, en términos de trabajar menos tiempo por el mismo sueldo. “Eso es una forma viable en el corto plazo y sobre todo muy necesaria, porque permitiría arreglar algunos problemas que son importantes y que están siendo, tanto por el movimiento obrero, como por el ecologista y el feminista, identificados como urgentes. No debe ser puesto como en un futuro venidero, sino más como una medida de actualidad rabiosa”, añade, porque “tiene una gran vocación barata de arreglar problemas que son urgentes”.