- El inminente cierre del curso educativo dejará paso, durante el período estival, a las prácticas empresariales de miles de estudiantes. Una herramienta formativa con un componente personal y laboral esencial para quienes se insertan en ellas, puesto que en muchos casos supone su primer contacto con el mundo profesional y, en ocasiones, decisivo para su posterior devenir en el mercado de trabajo. Lo que no evita que, en ocasiones, se produzcan situaciones de “abuso” en las que “las empresas emplean a los estudiantes para sustituciones laborales”, tal y como denuncia Arkaitz Antizar, responsable de Juventud en CCOO Euskadi. Para atajar esta situación, el Ministerio de Trabajo, los sindicatos y la patronal negocian desde hace unas semanas una serie de mejoras para quienes realizan las prácticas no laborales, el segundo escalón dentro de este panorama formativo, ya que el otro son los conocidos de manera habitual como contratos de prácticas, donde sí media una relación laboral.

“Existe una gran confusión sobre el término becario, por eso nos gustaría que a esta reforma se la conozca como la del Estatuto de las Prácticas No Laborales, subraya el responsable de CCOO. Amplía esta definición Juan Pablo Landa, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la UPV/EHU. “El practicum es una asignatura universitaria más, normalmente es curricular, está prevista en el plan de estudios y se le asignan unos créditos. Se realiza en empresas o administraciones previa firma del convenio correspondiente con el centro formativo que vaya a expedir el titulo, y rara vez se remuneran”, indica. No obstante, de forma frecuente existe lo que se denomina compensación de gastos, una cantidad variable que sirve para afrontar los costes por desplazamiento o comidas.

La mesa abierta entre el Ejecutivo y los agentes sociales busca que, en esta clase de prácticas, aunque no pueda existir una relación laboral y, como tal, un salario por norma, los jóvenes que realizan estas acciones sí puedan cotizar en la Seguridad Social. “Necesitamos una acción protectora de la Seguridad Social en conceptos como desempleo, contingencias comunes y otras, como riesgos laborales. En la actualidad, si estas personas sufren un accidente en su camino al centro de trabajo están desprotegidas”, indica Arkaitz Antizar, que subraya el “limbo jurídico” en el que se hallan quienes realizan estas prácticas. “Es necesario darles una marco normativo y enfatizar el carácter formativo de estas prácticas. Mucha veces se han dado situaciones de fraude, con casos en los que estas personas cubren un puesto de trabajo cuando en realidad están ahí para formarse y aprender”, añade.

En realidad, esta negociación surge como un compromiso obligatorio surgido tras la aprobación de la reforma laboral el pasado mes de febrero, en la que se indicaba que, en el plazo de seis meses, se debía constituir una mesa encargada de dar forma a un acuerdo. “Es una de las lacras de la precariedad que asola a la juventud en España”, ha señalado de forma reciente la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

La propia reforma laboral ya recogía las nuevas condiciones a las que deben acogerse las prácticas que sí tienen carácter laboral, que son minoritarias respecto a las mencionadas. “El decreto-ley de la reforma laboral ha dado nueva redacción al artículo 11 del Estatuto de los Trabajadores y regula dos tipos de contratos formativos: el de formación en alternancia, y de obtención de práctica profesional”, subraya el catedrático de Derecho del Trabajo Juan Pablo Landa. Aquí también se han implementado cambios, destinados a “limitar la precariedad”, explican desde CCOO Euskadi, ya que en el caso del primero se ha estipulado un máximo de dos años en lugar de los tres establecidos hasta ahora, y en el segundo la edad máxima a la que se podrán firmar esos vínculos contractuales formativos no podrá ser superior a los 25 años.

Con la nuevas normativas, los estudiantes en prácticas no laborales, “cobren o no una compensación de gastos, tendrán derecho a que se cotice durante el período de prácticas”, resume el docente universitario. “Las prácticas tienen buena imagen entre estudiantes y empresas. Suponen un momento e ilusión para los jóvenes y sus primeros pasos en el mundo del empleo, los que permiten foguearse en el sector profesional. Pero es necesario generar derechos y seguridades”, concluye Arkaitz Antizar. l