- Esta profesora incide en las consecuencias negativas de esta crisis, en cuanto al bienestar y la sostenibilidad, aunque cree a su vez que el retroceso que viene refuerza la apuesta por los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

¿Este momento excepcional puede dejar un cambio profundo en el modelo económico o está por ver?

-La caída de la producción es muy notable y va a seguir siéndola en el futuro próximo y eso tiene repercusiones a medio y a largo plazo. Los jóvenes que salgan ahora al mercado laboral van a ver afectadas sus perspectivas laborales probablemente durante unos 10 años. Esto basándonos en crisis anteriores que no han sido tan fuertes como la que tenemos ahora. Los efectos serán muy desiguales posiblemente, en función de circunstancias. También hay oportunidades, en relación a las políticas de crecimiento verde.

¿Esa agenda de sostenibilidad previa a la pandemia se va reforzar después de este estallido?

-Ya íbamos mal para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y ahora vamos bastante peor. Por ejemplo, los últimos años habíamos visto una reducción drástica de la pobreza extrema en el mundo y esto no solo ha frenado, sino que ha dado la vuelta. Y esto pasa también en España. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible están más lejos que hace un año, y eso no quita que la sostenibilidad es una necesidad a la que ya no se puede renunciar. Tenemos una oportunidad de construir economías más circulares y de reutilización. La prioridad en muchas cabezas políticas a lo mejor se puede distraer un poco de eso, pero es un imperativo social.

Una crisis global sobre las desigualdades existentes. Ya se habla de un recrudecimiento del hambre, aunque también puede intensificarse el egoísmo.

-Lo hemos visto en la gestión de la crisis sanitaria. Cuando no había EPI ni material sanitario, en muchos casos lo que se vio fue ‘primero yo y los míos’. Incluso dentro de la propia Unión Europea. Aviones que no llegaban, pedidos que se secuestraban... y esto también puede suceder a lo mejor con los fondos públicos. La desigualdad a nivel global ya venía creciendo y la crisis de la covid ha agrandado esa brecha. Por ejemplo en competencias escolares. Lo mismo pasa en conectividad. Lo que ha puesto de manifiesto la covid es que en una sociedad muy digitalizada tener buen acceso a internet o teléfono puede suponer la diferencia entre que las cosas sigan más o menos adelante o que haya un parón. Aquí es donde vemos enormes diferencias entre países e incluso entre grupos dentro de un mismo país. Y eso es muy preocupante. La desigualdad es un problema creciente.

Ha llamado la atención la encíclica del Papa crítica con el neoliberalismo. ¿En la sociedad actual el Vaticano es influyente en cuestiones económicas? ¿Qué impacto otorga a la encíclica?

-El Papa, como puede ser un político, es una persona de referencia. Personalidades de la cultura, de la religión, de la política, la literatura, nos trasladan un mensaje, pero al final están dentro de nuestra sociedad. Creo que es un mensaje entre muchos que sí pueden tener calado.

¿A medida que avanza este siglo el triunfo de una serie de dogmas se van a ir poniendo en cuestión?

-Sí, yo me imagino que los sistemas económicos evolucionan. No tenemos la suerte de poder hacer como los físicos, que experimentan con una probeta. Hemos visto un auge de la globalización, sabíamos que tenía efectos negativos en unas áreas. Los hemos visto clarísimamente durante la pandemia y vemos que hay movimientos de repensar la globalización, de que cambie de alguna forma. Yo creo que sí, que hay una evolución natural.

Hay prospecciones que deberían generar anticipación pública. Por ejemplo, pensando en el envejecimiento de la generación del baby boom. No solo en cuanto a las pensiones, sino sobre los cuidados.

-Sí, yo creo que en España en eso vamos con retraso. Como otros países de cultura mediterránea, teníamos una concepción de familia en la que a lo mejor las residencias de mayores u otros servicios de tercera edad no se contemplaban hasta hace muy poco. La política pública, más allá de la sostenibilidad de las pensiones, que es imprescindible contemplar, tiene que pensar también en un modelo económico y social que responda a las necesidades de los mayores e incorpore toda la experiencia y capacidad de aportar que tienen.