Jose Elorrieta, máximo dirigente de ELA entre 1988 y 2008, recoge en el libro 'Renovación sindical. Una aproximación a la trayectoria de ELA', editado por la fundación Manu Robles Arangiz y Txalaparta, los grandes cambios abordados por la organización en los años noventa.
Adrián Legasa
Bilbao. "Hombre Jose. Últimamente se te ve mucho por aquí. Se rumorea que vuelves", bromea un responsable sectorial de ELA al cruzarse con Jose Elorrieta en la puerta de la sede del sindicato en Bilbao. El histórico dirigente niega con la cabeza y hace alusión a la buena vida del jubilado, aunque en realidad sigue muy de cerca el día a día de su organización. Antes de llegar a la tercera planta, donde se realiza la entrevista, le pasan una llamada y habla con varios compañeros. "Ya sabes. Tenemos Congreso y hay que echar una mano", informa al periodista.
Dejó usted la dirección del sindicato cuando empezó la crisis. ¿Cómo ve la situación desde la barrera?
En los años ochenta vivimos una crisis muy dura, pero acotada a la industria. La de hoy en día es una crisis más sistémica y que se prolonga mucho en el tiempo. Además, se aprovecha para modificar las normas básicas como la negociación colectiva y para empujar el empleo a una estructura precaria.
Los recortes, los despidos, los escándalos como el de Díaz Ferrán... ¿refuerzan la apuesta de ELA por la movilización?
Sin duda. Además, la línea de protesta de ELA tiene un componente de esperanza. Es protestar porque las cosas pueden cambiar a mejor.
Esa línea de protesta es el producto de los cambios abordados por ELA los últimos años, que usted recoge en su tesis ahora convertida en libro.
Básicamente, el sindicato afronta dos grandes cambios desde la Transición, que se vuelven irreversibles. Uno afecta al modelo sindical y el otro al modelo político. En cuanto al primero, ELA hace al comienzo de la Democracia una apuesta de dos patas, la reivindicativa y la institucional, pero en los años noventa va verificando que, como consecuencia del paso del capitalismo sujeto a normas a un neoliberalismo insaciable, la vía institucional ya no da resultados. En el Congreso de 2000 ya se resuelve que el espacio institucional y el de la lucha no son complementarios, y en 2008 se concluye que el diálogo social carece de interés en nuestro modelo de sindicato.
Hacía referencia a un giro político.
En un principio ELA confiaba en que el Estatuto pudiera ser un marco como punto de partida para, desde el autogobierno, ir ampliando esos espacios políticos. Pero llega un momento en el que ve que eso no da resultado y decide que hay que ir a otro escenario político de corte soberanista en el que lo importante es el ámbito vasco de decisión. En octubre de 1997, ELA dice que el Estatuto está muerto y que la lucha armada sobra y estorba. A partir de ahí fija gráficamente un nuevo escenario civil para que, desde la acumulación de fuerzas, se trabaje por una confrontación democrática que haga posible el ámbito vasco de decisión.
¿Cómo afectaron esos cambios a la vida de la organización?
Se percibe la voluntad de la militancia de absorber esa evolución. En otras organizaciones, cuando hay un cambio viene una crisis en forma de ruptura o de diferenciación de dos grupos. ELA tiene la suerte, fruto también de un trabajo, de tener una narrativa única en la que el conjunto de los cuadros toman la decisión de cambiar. Otro elemento clave para explicar la evolución de ELA es la relación con LAB y el resto de organizaciones que luego hemos integrado la mayoría sindica vasca. La interacción con otras organizaciones hace que todas se transformen.
La decisión de abandonar la vía institucional marca la agenda actual del sindicato. ¿Ha sido algo positivo?
Los cambios son irreversibles y muy positivos por razones medibles. ELA ya era mayoritario antes de tomar aquella ciaboga, pero tiene hoy bastante más representatividad tanto en la CAV como en Nafarroa, y alcanza su tasa de penetración en la sociedad vasca más alta de la historia.
Los empresarios ven a ELA como una central inflexible que no negocia.
Cuando la patronal pide llegar a acuerdos y remar todos hacia el mismo lado hace un ejercicio de cinismo muy grande. En el neoliberalismo imperante nada es lo que se dice por parte de los que tienen el poder político y económico, y el mundo del trabajo ya se ha dado cuenta de eso. La patronal española llamaba a grandes acuerdos y automáticamente vino la reforma laboral, que se carga la negociación colectiva y por tanto cualquier acuerdo en la empresa.
Ante la coyuntura actual, otros sindicatos plantean: si no voy a conseguir una subida salarial similar al IPC, al menos me quedo con un 1%. Eso es mejor que nada, ¿no?
Sin duda uno es mejor que cero, y 0,20 también es mejor que cero. Lo que ocurre es que el diálogo social da cero, no da 0,20. El diálogo social es una escenificación vacía de contenido, una escenificación absolutamente cínica de los que tienen la fuerza política y económica. No es casual que un máximo representante de la patronal como fue Díaz Ferrán tenga ese perfil ético. El jefe de la manada es representativo de lo que hay detrás, aunque ahora diga la CEOE que no les representa.
¿Qué imagen tiene la sociedad del sindicalismo en general?
Se suele decir que los sindicatos no tiene el prestigio de antes. Si es para abrir un debate, esa afirmación es tan válida como la contraria. Si es para cerrar el debate, yo no estoy de acuerdo. Nuestra organización tiene el mayor índice de implantación de su historia. La tasa de sindicación vasca se acerca al 30%. Hablar de crisis del sindicalismo con estos números es faltar a la verdad. Es cierto que en la fase actual obtener resultados en materia salarial o de defensa del empleo es más difícil que antes. Pero si hoy tenemos más tasa de sindicación que nunca es porque a pesar de ello la gente ve que organizarse colectivamente es su única alternativa.
Desde 2008 ELA ha convocado tantas huelgas como en veinte años con usted al frente.
La agresión estos cuatro años ha sido brutal. La huelga requiere un gran esfuerzo organizativo y de solidaridad por parte de los que pierden el salario, pero aún así el pasado 26 de septiembre tuvimos una gran huelga en Euskal Herria. Eso es lo que le da valor al resultado. Más allá de la huelga, se ve una línea de solidaridad para que entre todos consigamos que las cosas puedan cambiar.
CCOO y UGT les criticaron por no secundar la última huelga europea del 14 de noviembre. ¿Cómo suma el soberanismo a la lucha sindical?
El soberanismo debe ser percibido como una vía por la mayoría de la población. Para hacer un recorrido soberanista es fundamental qué propuesta de modelo de sociedad defendemos, y tiene que ser una economía con un modelo social claro. La mayoría sindical vasca tiene su agenda y ha convocado cinco huelgas. A partir de ahí, aquella jornada europea dio de sí lo que dio de sí. Magnificarla diciendo casi que ha habido una huelga en toda Europa es un error.
¿Se arrepiente de alguna decisión que tomó como secretario general?
Igual sí que algunos cambios los podríamos haber hecho antes, quizá llegaron un poco tarde. En 1991 analistas europeos ya habían hecho un diagnóstico negativo del diálogo social, y en 1993 aún veíamos sus bondades. Si dices que no crees en la vía institucional, algo de autocrítica tienes que hacer de aquella apuesta. Seguramente el agotamiento del Estatuto había que haberlo visto ya con la LOAPA, pero no lo hicimos.
¿Un consejo para el nuevo lehendakari Urkullu?
Eso lo dirá mi secretario general.
Elorrieta ha abandonado la primera línea del sindicato, pero sigue de cerca su evolución como "un militante de base". Foto: josé mari martínez
El libro de Elorrieta, editado por ELA y Txalaparta. Foto: j.m. martínez
"Abandonar la vía institucional ha sido positivo, ELA ha ganado representatividad"
"Igual algunos cambios los podríamos haber hecho antes, quizá llegaron un poco tarde"
"El jefe de la manada -Díaz Ferrán- es representativo de lo que hay detrás de la CEOE"
"Magnificar la jornada del 14-N y decir que hubo huelga en toda Europa es un error"