En el podio, de rosa, el color más deseado del Giro, a Remco Evenepoel la sonrisa le salía con fórceps. Había vencido la etapa y el liderato era suyo de nuevo, como el primer día, pero Evenepoel, atormentado, tenía el aspecto de El caballero de la mano en el pecho. Su rostro le delataba. Apesadumbrado y ojeroso, parecía un retrato de El Greco. Hay victorias que no lo son, por amargas, escasas y preocupantes.

Horas después de su victoria en la crono, su equipo, el Soudal Quick-Step, anunció en un escueto comunicado que su líder tenía que abandonar el Giro tras dar positivo por covid. “Con el corazón encogido tengo que anunciar que abandonaré el Giro de Italia debido al covid-19 tras someterme a una prueba rutinaria que desgraciadamente dio positivo".

La cara del belga al acabar la crono no era simplemente de decepción. Algo no funcionaba en su organismo. El covid tenía la culpa.

Evenepoel fue el único de los ocho integrantes de la escuadra belga que dio positivo. El virus, que no hace distinciones, apartó al líder del Giro. Geraint Thomas, segundo en la general, se vestirá de rosa después de la jornada de descanso de este lunes.

Primoz Roglic es ahora segundo, a apenas dos segundos del galés, mientras que Tao Geoghegan, compañero de Thomas, es tercero, a cinco segundos.

Con el virus en el tuétano de la carrera, el Giro se convierte, más que nunca, en una prueba de supervivencia. Esquivar el covid es ahora una prioridad absoluta, el gran adversario para todos. Se impone la precaución y el máximo rigor de las medidas sanitarias y de higiene.

Covid, el enemigo invisible

El triunfo del belga en la crono tuvo el barniz oscuro de la derrota, pero nadie imaginaba que el covid, que en la presente edición del Giro ha tachado a Filippo Ganna y Rigoberto Urán, estaría detrás de la actuación del campeón del mundo.

El reloj le dio vencedor de la crono de 35 kilómetros en Cesena por un solo segundo sobre Geraint Thomas, dos sobre Tao Geoghegan y 17 respecto a Primoz Roglic. Cuando se quitó el casco, el gesto de fatiga retrató a Evenepoel. Tenía muy mala cara. El lenguaje corporal, dicen, no miente porque es incontrolable.

En el interrogatorio de la contrarreloj, los tics de la zozobra delataron al belga, que se creía todopoderoso en el juicio sumarísimo de las manecillas y venció por un suspiro al sabio Thomas y al pujante Tao, que marcaron tiempos gemelos.

Además, Roglic, al que había astillado en el primer registro con 31 segundos de renta, se recompuso. El esloveno, una roca, mentalidad de campeón, le afeitó 14 segundos y finalmente, el belga solo le colocó 17 en la mochila.

Rendimiento menguante

Las ganancias de Evenepoel, de más a menos en la crono, fueron escasas, si bien a nadie alertó su rendimiento. Un mal día, quizás, se pensó. En la víspera, cuando Roglic le testó en un puerto corto, tampoco ofreció su mejor versión el belga, al que se le abrieron las costuras.

Probablemente enfermo, las capacidades del campeón del mundo fueron mermando hasta que se supo la causa. El covid le estaba laminando por dentro.

En el regreso al rosa, se enlutó Evenepoel. Las dudas acecharon al campeón del mundo, muy lejos de lo que se suponía después de la crono inaugural, cuando destruyó a sus rivales tras una portentosa actuación. Algo no encajaba. Los adivinos calculaban que a ese ritmo el belga finalizaría la semana sobre un montón de segundos, nadando en la abundancia, a modo del tío Gilito.

La realidad anuló cualquier esperanza. Evenepoel parte para Calpe, donde tiene fijada su residencia. El covid, el enemigo invisible que se ha adentrado en la carrera, colonizó el organismo del belga y lo derribó.

El campeón del mundo abandona el Giro con una última victoria, la segunda (ambas en contrarreloj) en la Corsa rosa, y la foto de rosa con el rostro triste. La victoria más amarga de Evenepoel.