En Treviso, ciudad de salida, paseaba feliz la memoria de Fausto Bertoglio, coronado en el Giro de 1975. Conquistó la carrera sobre una bici Pinarello azul después de medirse en una batalla descomunal a Paco Galdos (6 de mayo de 1947, Lasarte).

La Corsa rosa se resolvía en el Stelvio, uno de los puertos más venerados de Italia. “Ahora hay que esperar al Stelvio. Sigo creyendo que puedo ganar este Giro, se animaba Galdos antes del último duelo con Bertoglio.

El alavés no pudo despegar al italiano a pesar de su esfuerzo descomunal en una montaña sobrenatural en la que cinceló su nombre para siempre.

Reinó en el Stelvio, pero el Giro se le escurrió por 41 segundos. “He hecho todo lo que he podido. Estaba dispuesto a morir si era preciso sobre la bicicleta, pero ha sido imposible”, dijo entonces.

El gasteiztarra, que lideraba el mítico Kas, fue derrotado después de un cruento pulso con el italiano en la mole dolomítica. En aquel Giro, Galdos se proclamó rey de la montaña.

Un año después de colgar la bici, en honor a los Dolomitas, las fastuosas y mágicas montañas rosáceas que le elevaron a los altares del Giro, Galdos abrió una pizzería, (su primera elección era montar un Estanco pero la burocracia le desanimó) en Gasteiz en agosto de 1981.

Galdos bautizó la trattoria con el nombre de Dolomiti, el escenario de sus sueños, donde lució de rosa durante nueve días, el primer vasco en hacerlo. “Te hace sentir que vuelas", suele contar Galdos sobre los efectos que provoca vestir de rosa.

El 7 de junio se cumplirán 50 años de aquel enfrentamiento en la azotea del Giro. El Ineos, que rueda sobre unas Pinarello, rindió honores a Bertoglio pintando de azul las bicis con las que ensilló a los ciclistas camino de Eslovenia en una travesía incierta.

En Italia, que reconoce y acentúa a los que hicieron grande el Giro, siempre hay una historia que contar incluso cuando todo parece en calma.

Se desabrochó la fuga –de la que salió la victoria inopinada de Kasper Asgreen– de la manera que se forman las tormentas, sin motivo aparente, o por lógica, o por inercia, o porque así estaba programado y predestinado y el caos, siempre al acecho en cualquier rincón, tomó la carrera por la pechera.

El afortunado Del Toro

El Giro zarandeado de punta a punta por una caída en el callejero de Nova Gorica, un lugar que puede cambiar el sino de la carrera para siempre. El cuerpo a tierra del pelotón, enredado en una montonera, dejó a Del Toro intacto, feliz, reinante en el Giro, que solo le trae buenas noticias. Levita el mexicano en una carrera que arrastra al resto por los suelos.

Del Toro, feliz tras ampliar su renta. Giro de Italia

“Ha sido un día extraño”, certificó Isaac del Toro, que se sobrepuso al desconcierto. La fortuna le acaricia el lomo al mexicano, que un día que parecía puro placebo, encontró una fabulosa renta de 48 segundos sin necesidad de exponerse.

La gloria de Del Toro era la miseria de Ayuso, Roglic y Bernal, que encajaron un cascada de segundos víctimas de la caída. Tiberi y Ciccone contaron las penas en minutos.

Con la caída se fragmentó el pelotón, a modo de esquirlas. Una persecución entre grupos, cada uno con distintos nobles. El líder, Carapaz y Simon Yates viajaban en el primer vagón donde resoplaba el Visma, mientras el resto se distribuía en otros frentes. El Giro era una sucesión de cortes.

Del Toro y Simon Yates, ahora segundo, y Carapaz bailaban su buena fortuna, mientras la melancolía atrapaba a Ayuso, Roglic y Bernal, arrugadas sus opciones por la ruleta rusa de las caídas, que no hacen distinciones. Ese juego macabro y caprichoso elige a su antojo.

Saludo entre Ayuso y Del Toro. UAE / Sprint Cycling

Peor le fue a Tiberi, que se quedó aún más descolgado, la pena arrastrándole. Concedió 1:44. Ciccone era un Ecce homo. Dolorido, fuera de combate, de cualquier ecuación asomó con el rostro desencajado el italiano, custodiado por su equipo. Herido, llegó a más 13 minutos.

Del Toro, palpitante en el sterrato por empuje, solo superado por Van Aert después de sublimarse en la tierra, sobrevivió en el suelo brillante de la lluvia, que reflejó tantas caras de derrota.

Giro de Italia

Decimocuarta etapa

1. Kasper Asgreen (Education F.) 4h04:40

2. Kaden Groves (Alpecin) a 16’’ 

3. Olav Kooij (Visma) m.t.

4. Orluis Aular (Movistar) m.t.

39. Jon Barrenetxea (Movistar) a 2:00

45. Jonathan Lastra (Cofidis) m.t.

115. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 7:05

116. Igor Arrieta (UAE) m.t.

152. Pello Bilbao (Bahrain) a 12:09

169. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 16:14


General

1. Isaac del Toro (UAE) 50h37:55

2. Simon Yates (Visma) a 1:20

3. Juan Ayuso (UAE) a 1:26 

4. Richard Carapaz (Education F.) a 2:07

5. Primoz Roglic (Red Bull) a 2:23

35. Jonathan Lastra (Cofidis) a 35:19

44. Igor Arrieta (UAE) a 43:49

49. Pello Bilbao (Bahrain) a 50:39

93. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 1h33:02

109. Jon Barrenetxea (Movistar) a 1h47:30

136. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 2h26:42

El mexicano dispone de una renta de 1:20 respecto a Simon Yates, 1:26 con Ayuso, 2:07 con Carapaz y 2:26 con Roglic en la general. El esloveno no encontró paz ni en su hogar, mientras que Del Toro descansa a pierna suelta en un colchón mullido.

A falta de lo que determine la alta montaña de la última semana, el mexicano solo tiene que resistir. La suerte está de su lado, incluso cuando derrapó, pero pudo mantener la vertical. Probablemente otro se iría al suelo, pero el mexicano es un festejo tras otro en el Giro.

La etapa transfronteriza, una de las travesías más largas del Giro, era una invitación para que asomaran los guepardos, midiéndose en velocidad pura, colmillo y ambición.

Asgreen, Marcellusi, Maestri y Davy rodaron con entusiasmo pero sin grandes expectativas. Lo mejor para no llevarse una decepción. Todos eran conscientes de lo inocuo de esas escapadas con apenas cuatro efectivos, siempre bajo el joystick del pelotón.

Fugas que sientan bien al relato de la carrera y estupendamente a los patrocinadores de los ciclistas que discurren con sus logos visibles. Hombres anuncio.

En un día que empezaba en Italia y tomaba la merienda en Eslovenia molestaba más la lluvia, que iba y venía, que abría y cerraba el paraguas sobre el Giro que la persecución del cuarteto, un entretenimiento.

Con la lluvia nueva, el asfalto convertido en una pista de hielo, la tensión y el miedo gravitaba en el aire. Hasta que todo saltó por los aires con una caída que fragmentó el pelotón en distintos bloques y dio aire a la cometa de Asgreen, que voló feliz en Nova Gorica, donde el caos se adueñó del Giro que le sonríe a Del Toro.