Igor González de Galdeano (Vitoria-Gasteiz, 1 de noviembre de 1973) puede presumir de haber logrado a lo largo de su exitosa carrera nueve victorias parciales, una medalla de bronce en un Campeonato del Mundo de contrarreloj, modalidad en la que llegó a ser campeón de España, además de dos triunfos en la general de pruebas por etapas como la Vuelta a Alemania o el G.P. Mosqueteiros y un segundo puesto en la Vuelta a España.
Sin embargo, si por algo es recordado el corredor alavés es por haber sido el maillot amarillo del Tour de Francia en el verano de 2002.
El menor de la saga de los Galdeano, actualmente CEO de Kirolife, empresa que ayuda a trasladar los valores del deporte al día a día de los equipos y las personas en las empresas, portó la preciada camiseta dorada de la ronda gala durante siete días, algo que nunca olvidará.
Se van a cumplir 21 años desde que asaltara el liderato del Tour. ¿Cómo lo recuerda?
–Tengo un gran recuerdo porque primero fue gracias a una buena actuación individual en el prólogo inicial del Tour, creo recordar que hice sexto. Y después tras una gran actuación del equipo. Fue un liderato conseguido por el trabajo de todos y no siempre es fácil conseguir con esfuerzo grupal un maillot tan preciado como es el amarillo del Tour.
¿Qué es lo que más le impresionó?
–Tuve dos sensaciones. La primera fue de euforia porque nos subimos todo el equipo al podio y compartes esa alegría con tus compañeros. No hay más que ver los vídeos o las fotos que pueda haber de ese momento. Hay pocas victorias que reflejen tanta alegría. Y luego, hay una segunda parte cuando subí solo. Te encuentras en una situación que siempre deseas, pero no eres capaz de vivirla con intensidad porque ya tu mente está pensando en el día siguiente.
¿Cómo llevó ser el centro de atención durante toda una semana?
–Fue muy intenso. Siempre lo cuento. Estás preparado para dar pedales durante 20 días, incluso para darlos muy rápido, pero nadie te prepara para ser un maillot amarillo del Tour. Eso conlleva llegar hora y media más tarde al hotel, hay mucha atención de los medios, la prensa y todo el mundo quiere estar contigo y no tienes filtro. No sabes decir que no. Si dices que no, se genera tensión y eso hay que tener capacidad para soportarlo y nadie te enseña. A mí por lo menos, no me enseñaron.
"El maillot amarillo conlleva llegar hora y media más tarde al hotel, hay mucha atención de los medios, la prensa y todo el mundo quiere estar contigo y no tienes filtro. No sabes decir que no"
¿Podía sospechar la repercusión que iba a tener ser líder?
–Sí. Yo lo veía desde Miguel Indurain. Sí sabía la repercusión que tenía y para mí era un objetivo. Un sueño que tenía. No te voy a decir desde niño, pero desde que empezaba a dar mis primeras pedaladas en amateur ya tenía ese sueño.
¿Sigue guardando los recortes de prensa que le daban durante los días que portó el maillot amarillo?
–Sí, sí. En varias cajas. Recortes, revistas... Lo tengo todo.
¿Abruma ver un volumen tan grande de información a diario en el que es el protagonista?
–Así es. Con el Tour eres portada de todos los periódicos a nivel internacional. Eres más importante incluso que el que gana la etapa. Sobre todo en esas primeras etapas que eran llanas y ganan los sprinters. No hay que quitarles mérito, pero bueno, era así. Es que salía todos los días en los periódicos.
No sé si llegó a comentar que en esos momentos se veía más famoso que la Pantoja. ¿Fue así? ¿Lo veía de ese modo?
–No lo piensas, ya que estás metido en una burbuja en el Tour. Pero sí que es cierto que sales en el telediario, te hacen entrevistas en los horarios más importantes de la televisión. Está claro que eres muy conocido a nivel nacional e internacional.
Es tal la repercusión que tiene el Tour que puede llegar a los sitios más insospechados y tiene una anécdota reciente de que la carrera tiene eco y se acordaban de Igor hasta en un recóndito rincón de Minnesota...
–Sí. Se acordaban sobre todo del Tour. Esto también es un mensaje de cómo una carrera como el Tour llega hasta Minnesota. Mi hija tuvo una experiencia de una familia que conoció allí y que le preguntó de dónde era, y al decir Vitoria, sabían que el Tour de Francia salía del País Vasco y de hecho vienen. Por eso, si alguno tiene dudas sobre la repercusión del Tour, este es un claro ejemplo para ver lo importante que es.
Tanto trasiego con el liderato y ser el foco de atención, supongo que tendría cierto desgaste. ¿Cómo lo recuerda?
–Soy una persona bastante tranquila, pero lo que pasa es que una cosa es que seas tranquilo y otra es que seas capaz de gestionar todo eso. Que no sepas gestionarlo, no significa que te pongas nervioso, pero sí que es un desgaste. Era un no parar.
¿En qué sentido?
–No bajabas el ritmo. De la rueda de prensa, al control antidopaje, de ahí al hotel, donde llegabas hora y media más tarde, luego la cena y al día siguiente salías pronto. Y seguía, ya que te quiere entrevistar no sé quién, la foto de la marca de las bicicletas... Era un constante ajetreo. Un no parar. Es un desgaste enorme y yo no estaba preparado para eso. Lo gestioné como pude. De forma innata y seguro que se podría haber gestionado mejor, como lo hacen otros. De hecho, los grandes ciclistas lo gestionan todo. Indurain, Armstrong o Contador son gente que son capaces de vivir con ello. Como digo yo son killers, que controlan todo muy bien.
¿Aún tiene en su memoria los minutos finales de la contrarreloj por equipos en la que se estaban jugando la victoria de etapa y el liderato con el US Postal de Armstrong?
–Era una emoción contenida. Se sabía que íbamos a ser ganadores de la etapa, pero no sabíamos si sacábamos la diferencia suficiente para ser líderes. Parecía que sí. Pero ya sabes, lo típico. Estaba el gran masajista Gabino Ereñozaga, que siempre era muy precavido y decía “esperad, que hasta que no crucen la línea de meta aquí no se ha ganado nada”.
¿Qué hicieron una vez que vieron que ya ganaban la etapa y en su caso era líder de la carrera?
–Abrazarnos, llorar alguno, gritar... ¡Qué vas a hacer! Recuerdo que el año anterior en 2001, parecía que lo íbamos a conseguir y no lo conseguimos, ya que nos ganó el Credit Agricole, y en 2002 ganamos y además llegó el maillot amarillo. La verdad es que fue una gozada.
"Cuando ganamos la crono por equipos, nos abrazamos, gritamos y alguno hasta lloró. Ser amarillo del Tour fue lo mejor de mi carrera"
Viendo su rostro y el de sus compañeros en el podio, dio la sensación de que disfrutó de esa victoria mucho más que de otras. ¿Fue así?
–Sí. Uno de los valores que impulsaba el ONCE-Eroski era el trabajo en equipo. Quien se adaptaba a ese valor, tenía la continuidad garantizada durante muchos años en el equipo. Pero el que era individualista y buscaba el brillo propio, ese duraba lo que le duraba el contrato.
¿Es uno de los mejores recuerdos de su carrera?
–Sí, sí. Pero bueno, también tengo el de los Juegos y el de la Vuelta a España de 1999, pero si tuviera que ponerlo en orden, sin duda alguna, el liderato del Tour fue el mejor.
Sus padres llegaron días después a la carrera, ¿Cómo recuerda el reencuentro con ellos?
–A ver, yo vivía en una burbuja. Bueno, todos vivíamos en una burbuja. Incluso no lees ni periódicos ni nada, ya que estás metido en tu carrera. Mis padres sí que vivían un poco más lo que estaba sucediendo fuera. Pero bueno, tampoco es que tuviera mucho tiempo. Abrazarles y poco más.
¿Le trasladaron algo del revuelo que había fuera de esa burbuja?
–No. La emoción del momento. Pero poco tiempo estuvimos.
"Álvaro me dijo, mira esto hasta ahora solo lo habían conseguido los hermanos Indurain y ahora somos los hermanos Galdeano los que estamos en la habitación con este maillot"
Al menos, sí que pudo disfrutarlo junto a su hermano Álvaro al formar bloque del ONCE-Eroski en ese Tour. ¿Cómo recuerda poder compartir algo tan importante con él?
–Recuerdo que Álvaro puso el maillot entre las dos camas. Álvaro para eso siempre ha sido un especialista y me dijo. Mira esto hasta ahora solo lo habían conseguido los hermanos Indurain y ahora somos los hermanos Galdeano los que estamos en la habitación con este maillot. Y bueno, Álvaro siempre ha sido mi compañero de viaje y el que me ha acompañado en todas las cosas que he hecho.
Hay una anécdota curiosa con el primer maillot y es que como no le entraba, tuvo que cortar las mangas. ¿No se le ocurrió pedir uno de su talla?
–Es que... A ti te daban una bolsa con el maillot y yo no me lo probé. Me puse el de manga larga y cuando fui a la mañana siguiente a ponérmelo me quedaba superprieto. Me habían dado una talla menos. Ahora se llevan todos los maillots muy ajustados, pero eso a mí no me gustaba. Entonces dije, ahora a la mañana no voy a pedir otro maillot, ya que pensaba que no me lo iban a dar, y dije bueno, pues corto el de manga larga, lo corto ahí justo. Puse uno encima del otro y corté por la línea de la manga. Fue el cachondeo de todo el pelotón.
¿Qué le decían?
–Los italianos me hacían su típico gesto con las manos como diciendo pero a dónde vas.
¿Recibió alguna bronca por parte de Jean Marie Leblanc, director del Tour por hacer ese apaño?
–Bueno, el Tour me echó la bronca, entre comillas. Me decían “esto no nos ha pasado nunca en la vida”. Pues yo qué sé, no voy a pedirte un maillot a estas horas, les respondía. Ves, por eso digo que no estaba preparado para ser líder. Tú dices: me han dado un maillot, uno de manga larga, un chaleco y unos manguitos amarillos y no me da tiempo a pedir otro... Ah, pues lo corto. l